Sevilla es una ciudad poblada de leyendas. Está llena de rincones sobre los que se cuentan hermosos relatos, en los que se entremezclan datos históricos con otros de tipo literario o incluso fantástico. En el emblemático barrio de Santa Cruz, concretamente en la plaza de Alfaro, se encuentra uno de estos rincones cuya leyenda los guías están casi obligados a relatar.
Se trata del llamado Balcón de Rosina, que se abre desde el número cuatro de la citada plaza a los Jardines de Murillo. Se le llama así al atribuirle ser el escenario en el que se desarrolla parte de la historia del Barbero de Sevilla.
Según se cuenta, esta historia, descrita por primera vez en una obra de teatro de Beaumarchais de 1775, estaría inspirado en un hecho real que habría acaecido en esta casa sevillana. Como síntesis de su argumento, podemos decir que el Barbero de Sevilla cuenta la historia de Rosina, una joven huérfana que estaba al cargo de un tutor de avanzada edad llamado Bartolo que la pretendía como esposa. De ella se enamora también el joven conde de Almaviva, que sigue los consejos de su barbero Fígaro le va dando para lograr conquistar a la dama. En uno de sus episodios de cortejo, el enamorado llega a organizar una serenata con otros músicos a los pies del balcón de Rosina, en una escena que, tal y como aparece descrita, lo cierto es que encajaría perfectamente en este precioso lugar sevillano del que venimos hablando.
La fama mundial del relato vendría de la mano del compositor italiano Rossini, que lo llevaría a los escenarios con una ópera estrenada en 1816 y que alcanzaría fama mundial, hasta el punto de que probablemente supone el ejemplo más destacado de la llamada “ópera bufa”, que se caracteriza por tener un tema cómico. Todavía hoy sigue siendo una de las óperas más representadas en todo el mundo.
El caso de esta ópera inspirada en la ciudad no es un caso aislado. De hecho, a menudo se dice que Sevilla es el lugar en el que se han ambientado más óperas en el mundo. Es difícil constatar este hecho, pero lo que sí es cierto es que ha habido tantos autores que la han utilizado como marco para sus historias, que hay al menos un centenar de óperas cuyo argumento transcurre total o parcialmente en Sevilla. Por citar solo algunos ejemplos de primer nivel, podemos mencionar a Don Giovanni o Las bodas de Fígaro de Mozart, Fidelio de Beethoven, La Fuerza del Destino de Verdi o Carmen de Bizet.
En el caso de la ópera de Rossini de la que venimos hablando, es fácil constatar que en realidad no es el balcón desde el que se asomaba una hipotética Rosina, ya que se trata de un edificio de finales del XIX, un siglo posterior a que Beaumarchais escribiera su Barbero de Sevilla. Un nuevo propietario lo adquirió en 1925 y emprendió una reforma en el marco del espíritu regionalista en el que se vio imbuida la ciudad en los años previos a la Exposición Iberoamericana de 1929. Siguiendo este estilo, y probablemente queriendo recrear el escenario de la ópera, se construyó el hermoso balcón que ha llegado hasta nuestros días.
Además, por la misma época se añadió la portada principal del edificio, que es un precioso ejemplo de portada barroca del siglo XVII o XVIII. Al parecer, el propietario la hizo traer de un palacio o convento de Écija. Está dedicada a la virgen María, como vemos por la imagen de su hornacina central, y por los relieves de los dos medallones de las jambas, en los que vemos un pozo y una fuente, haciendo alusión a dos de las advocaciones de María en las letanías, como Puteus Aquarum (pozo de aguas vivas o de sabiduría) y Fons Signatus (fuente sellada). En el dintel vemos otro relieve con el anagrama del Ave María.
Esta recuperación de piezas arquitectónicas del pasado para incorporarlas a edificios nuevos casa perfectamente con el historicismo de la arquitectura regionalista. Tiene un carácter romántico que concuerda perfectamente con la evocación de episodios literarios o legendarios como el del Barbero de Sevilla.
En definitiva, no podemos decir que Rosina escuchara desde este hermoso balcón las serenatas que su enamorado le ofrecía a media noche desde la plaza, pero sí que es un hermoso ejemplo de la arquitectura regionalista y de su carácter historicista, que además sirve para recordar el papel fundamental de Sevilla como uno de los escenarios más recurrentes en la historia de la literatura europea desde el Renacimiento.