“Seville is the most Spanish of the cities of Spain” (Sevilla es la más española de las ciudades de España).
Con esta frase empezaba el británico Albert Frederick Calvert su relato histórico y descriptivo sobre la ciudad, publicado en 1907. El autor venía a sumarse a la larga lista de viajeros europeos que desde el siglo XVIII habían pasado por Sevilla como parte de sus recorridos pintorescos por España y Portugal. Venían guiados por una visión romántica de estas tierras, que eran contempladas envueltas en un aire exótico y casi misterioso. Sus relatos nos hablan de una manera muy temprana de la atracción que esta ciudad ha generado históricamente como destino para visitantes de todo el mundo.
En la actualidad, Sevilla no ha hecho sino consolidar esa atracción. Es una de las ciudades más visitadas de España, solo por detrás de Madrid y Barcelona, y cada año se acercan a ella en torno a tres millones de personas provenientes de todos los rincones del planeta.
Pero, ¿por qué Sevilla? Las razones son numerosas y muchas de ellas obvias para cualquiera que haya pasado por aquí. La primera que se nos viene a la cabeza es porque es una ciudad hermosa donde las haya. Es cierto que la belleza de un lugar no es un aspecto objetivo cuantificable, pero podemos decir que en este caso es fruto de un amplio consenso entre aquellos que la conocen. Además, si aceptamos que la belleza de una ciudad está relacionada en gran medida con el patrimonio histórico y artístico que atesora, en ese caso sí que debemos hablar de Sevilla como una primera potencia indiscutible.
En uno de los cascos antiguos más grandes de Europa se reúnen infinidad de bienes protegidos por su valor cultural. A lo largo de los siglos, Sevilla se ha ido configurando como un hermosísimo catálogo de obras de arte que nos hablan no solo de su pasado sino del devenir de la historia del arte en Europa occidental.
Esta riqueza está vinculada, como no puede ser de otra manera, a la historia de la propia ciudad y de aquellos que la han habitado. Todos aportaron en su medida y Sevilla sigue teniendo algo de romana y de mora. Algo de ciudad conquistada y algo de metrópoli de medio mundo.
Pero quizás sea este último factor el que más ayude a explicar su riqueza patrimonial. Sevilla fue entre los siglos XVI y XVIII el puerto de salida y de llegada de todo el tráfico comercial entre Europa y América. La decisión de la Corona de centralizar aquí todo el comercio americano cambiaría para siempre la fisonomía y el carácter de la ciudad, enriqueciéndola material y humanamente de una forma extraordinaria.
Toda esa riqueza patrimonial tiene un epicentro indiscutible en torno a la Plaza del Triunfo. La Catedral y el Alcázar constituyen un exuberante compendio de realizaciones artísticas que justifican por sí solos cualquier viaje con destino en la ciudad. La UNESCO enfatizó ese valor al declararlos Patrimonio de la Humanidad en 1987. Junto a ellos, recibió este reconocimiento el Archivo de Indias, ubicado también en torno a la misma plaza, remarcando así el mencionado vínculo entre el carácter de Sevilla y su papel de metrópoli durante parte de su historia.
Y junto con un rico pasado que ha ido configurando uno de los entornos urbanos más interesantes por su riqueza monumental a nivel global, las características de la ciudad de hoy suman mucho a la hora de contestar a ese por qué Sevilla que planteamos al principio.
Sevilla es en la actualidad una ciudad europea moderna, capital de Andalucía, una región enormemente turística en uno de los países más turísticos del mundo. Con una economía basada principalmente en los servicios y en gran medida en la recepción de visitantes, cuenta con infraestructuras de primer nivel, tanto de transporte como de alojamiento, y un entorno privilegiado desde el punto de vista turístico.
Sevilla está concebida en gran parte para acoger viajeros y así lo entienden los sevillanos. Acostumbrados a compartir sus calles, bares, iglesias y museos con gentes de todo el mundo, sustentan con su trabajo y actitud la vocación universalista de la ciudad.
Es fácil sentirse bienvenido en Sevilla. Incluso es posible compartir con sus habitantes algunas de las fiestas, costumbres y ritos que más definen su personalidad. No es posible hacer siquiera un esbozo de Sevilla sin mencionar algunas de las celebraciones que han ayudado a sustentar su fama y su nombre. La Semana Santa y la Feria de abril son las dos expresiones más claras. Ambas constituyen una parte fundamental del ser y la identidad sevillanos. De alguna manera son la vuelta ritual y cíclica de la ciudad a sus raíces espirituales, culturales y festivas.
Cada Semana Santa la ciudad se convierte en escenario de lo que ha sido durante siglos. Sus calles se convierten en el marco de la representación solemne y deslumbrante de la Pasión de Cristo. Lo que para muchos es un hermoso acto de fe, es también un acto de vínculo y comunión con el pasado, con las raíces y tradiciones familiares, con la propia identidad.
Pocas semanas después, el aire a Feria inunda la ciudad de un aroma más alegre y festivo que espiritual. Con un origen ganadero, que se percibe aún hoy en el peso del mundo del caballo y los toros, la Feria viene siendo desde hace décadas el gran acto social al que está convocado el pueblo de Sevilla.
A ella acuden gentes de todos los estratos de la sociedad, cada uno en la medida de sus posiblidades. La Feria no es igual para todos, pero sí que se comparte una forma de celebración y fiesta vinculada con la cultura y el folclore propios.
El marco físico de las casetas y su decoración, la música, el cante y el baile, aluden a la vinculación con el folclore y las tradiciones propios como seña de identidad. Bailar sevillanas es parte fundamental de la Feria, como lo es el traje de flamenca. El atuendo característico de la mujer ha sido definido como el único traje regional sujeto a tendencias de moda propias. Es un hermoso complemento, a veces de alta costura, que con su belleza resalta el papel protagonista de la mujer esa semana.
Además de la Semana Santa y la Feria, el calendario sevillano está salpicado de festividades y celebraciones, propias y compartidas con el resto de Andalucía o del país. En todas ellas participan en mayor o menor medida los visitantes en la ciudad.
Se puede no solo viajar a Sevilla, sino vivirla y sentirla en parte como hacen sus habitantes, incluso en sus momentos de mayor alegría.
Por todo esto, como guía turístico de Andalucía, te recomiendo viajar y conocer Sevilla. Volver, si ya la conoces, y aprender otra forma de mirarla si eres de aquí. Si quieres puedes ponerte en contacto conmigo y concertar una visita guiada.