A pesar de la intensa población del valle del Guadalquivir desde la Prehistoria, el rio ha contado con muy pocos puentes a lo largo de su historia, debido sobre todo al carácter inestable de los terrenos que atraviesa y a su carácter irregular, con frecuentes y regulares crecidas, que dificultaron siempre el trazado de obras de ingeniería en su entorno.
De hecho, hasta que fue construido el puente de Triana en 1852, no hubo ninguna unión fija entre ambas orillas del Guadalquivir al sur de Córdoba, donde sí que existe un puente desde época romana.
En cambio, los romanos no emprendieron la obra de dotar a Híspalis de un puente, a pesar de la importancia que sabemos que llegó a alcanzar la ciudad y su vecina Itálica, probablemente por las mismas razones de inestabilidad fluvial que ya hemos comentado.
En época almohade, hacia el año 1171, se construyó el primer y único puente estable que tuvo la ciudad hasta la construcción del actual puente de Isabel II o de Triana, ya a mediados del siglo XIX. Se encontraba en el mismo lugar que el actual y consistía en unas diez barcas amarradas entre sí con cadenas sobre las que se disponían dos grandes plataformas de madera.
Esta estructura permitía solventar con cierta garantía la conexión de la ciudad con su arrabal de Triana, facilitando así el abastecimiento de los productos que llegaban del Aljarafe. Sin embargo, las regulares crecidas del río hacían que fuera una infraestructura bastante inestable, que tenía que estar sometida a constantes reparaciones y sustituciones de algunas de sus barcas, con los consiguientes problemas que esto conllevaba para el acceso y salida de personas y mercancías de la ciudad.
Estas circunstancias hicieron que desde muy pronto se planteara la idea de dotar a Sevilla de un puente de obra. Existen numerosos proyectos ya desde el siglo XVI, pero todos ellos fueron sucesivamente aparcados, hasta que en el siglo XIX se impuso la idea de que era necesario abordar este problema de manera definitiva, decidiéndose finalmente por la ejecución del proyecto del actual puente de Isabel II o de Triana, que fue concluido en 1852, pasando a constituirse como uno de los iconos de la ciudad.
A partir de entonces, se fueron construyendo muchos otros en el entorno de Sevilla, hasta sumar en la actualidad más de veinte, entre los que cruzan el cauce vivo del Guadalquivir y los que lo hacen sobre la dársena de Alfonso XIII que discurre entre el centro y Triana. Los hay de características muy diversas, desde los que cumplen una función meramente funcional hasta los que reúnen notables valores artísticos, representativos de la época en la que fueron construidos.
La Exposición Universal de 1992 sería un evento decisivo en cuanto a este tipo de infraestructuras en la ciudad. Para acondicionar su entorno, en los años inmediatamente anteriores, se construyeron alguno de los más hermosos puentes con los que hoy cuenta Sevilla, como el de la Barqueta o el impresionante puente del Alamillo, que ha llegado a constituirse en uno de los iconos de la ciudad.
Sería muy extenso hablar de todos y cada uno de los puentes sevillanos, pero sí que se puede esbozar un recorrido de sur a norte, tratando de los más emblemáticos de la ciudad.
Puente de San Telmo
El diseño original del puente de San Telmo corresponde al ingeniero José Eugenio Ribera y fue ejecutado entre 1925 y 1931, para unir el centro de la ciudad con el barrio de los Remedios, que por entonces apenas había sido proyectado.
Fue construido en hormigón, con una longitud de 238 metros y una anchura de 15 m. Consta de dos grandes arcos de hormigón armado y uno central, que originalmente era levadizo, pero que se rehizo como fijo en una reforma de mediados de los años 60, debido al elevado coste de su mantenimiento y a que ya eran muy pocos los barcos de altura que pasaban necesitaban atravesarlo.
El proyecto original del puente, de los años 20, presentaba más elementos decorativos, con un aire más modernista. Sin embargo, para los años de su terminación, este decorativismo había pasado en gran medida de moda y se optó por una estética más simple, dejando ver de forma más clara la estructura del puente y el hormigón en el que fue realizado.
Puente de Isabel II o de Triana
El puente de Isabel II, generalmente denominado puente de Triana, fue construido en 1852, siendo el más antiguo de Sevilla y el puente metálico conservado más antiguo de toda España.
Se alza en el lugar en el que estuvo durante siglos el llamado puente de Barcas, que era la única unión estable existente entre Sevilla y Triana, desde que fue colocado por los almohades en el siglo XII hasta el siglo XIX, en el que fue construido el actual.
La ejecución del puente fue encargada a los ingenieros Fernando Bernadet y Gustavo Steinacher, que siguieron el modelo del puente del Carrusel en París, obra del ingeniero Polonceau. El puente parisino fue sustituido a principios del siglo XX, pero se conservan fotografías que muestran la extraordinaria similitud entre ambos, aunque el sevillano es algo más largo, ya que el Guadalquivir en este tramo es más ancho que el Sena.
Tiene una longitud de 155 metros y un ancho de 16 metros en su plataforma. Se apoya sobre tres tramos de arcos metálicos, apoyados sobre pilares de piedra. En las enjutas se sitúan una serie de anillos metálicos, de tamaño decreciente a medida que se acercan a la clave del arco, constituyendo el elemento visual más distintivo del puente.
El puente necesitó de numerosas reformas de cimentación y reforma desde poco después de inaugurar, para ir adaptándolo al creciente tráfico rodado. En una de las más importantes, en 1977, se sustituyó todo el tablero, que dejó de apoyarse sobre los arcos metálicos y sus anillos, por lo que estos perdieron su función estructural, conservando actualmente únicamente una función decorativa.
Puente del Cristo de la Expiración o del "Cachorro"
La construcción del puente del Cristo de la Expiración o del “Cachorro”, concluyó en 1991, dentro del programa de mejora de las infraestructuras que se desarrolló de forma previa a la Expo del 92. En concreto, se volvió a extender la dársena de Guadalquivir hacia el norte de Chapina, con lo que el río ganó unos 4 kilómetros de trazado que habían sido desecados anteriormente al desplazarse su cauce para evitar inundaciones.
El puente fue diseñado por José Luis Manzanares Japón, inspirándose en su forma en otro puente parisino, en este caso en el puente de Alejandro III. Tiene una longitud de 223 metros y un ancho de 31, sostenidos por una estructura de dos arcos rebajados y paralelos, con una luz de 126 metros y sin ningún soporte bajo el agua, por lo que se apoya solo en los extremos.
En la actualidad, supone la principal vía de conexión de la ciudad hacia el Aljarafe y Huelva. Además de por su nombre, es conocido también como puente de Chapina o como el puente de los “tolditos”, ya que sus aceras se hallan cubiertas por lonas blancas sujetas por mástiles que permiten evitar el sol al atravesarlo, constituyendo uno sus elementos visuales más característicos.
Puente de la Barqueta
Es una obra de los ingenieros Juan José Arenas de Pablo y Marcos Jesús Pantaleón Prieto, concluido en 1992, como la principal vía de acceso desde la ciudad al recinto de la Exposición Universal. Inicialmente su uso fue peatonal, aunque en su proyecto ya se preveía su adecuación para el tráfico rodado. Fue construido en tierra y colocado posteriormente en su emplazamiento con la ayuda de barcazas.
Tiene una longitud de 168 metros y un ancho de 21, con una plataforma suspendida de un gran arco de acero de 214 metros, que se abre en en sus extremos formando una especie de pórticos triangulares, bajo los que discurre el tráfico por el puente. Estos extremos del arco apoyan sobre cuatro soportes verticales, dos a cada extremo del puente, sin ningún soporte intermedio.
Puente del Alamillo
El puente del Alamillo es el más icónico de los realizados en Sevilla para la Expo. Es un diseño de Santiago Calatrava y fue construido entre 1989 y 1992.
Consta de una plataforma de unos 200 metros de largo por 30 de ancho, sostenida siguiendo la tipología de “puente atirantado de pilón contrapeso”, muy usada por este arquitecto valenciano. Un solo mástil de 140 metros de altura soporta toda la plataforma, mediante 26 tirantes que dan al conjunto la característica forma de arpa.
Inicialmente, el proyecto incluía otro puente idéntico y simétrico sobre el tramo del río que separa la Cartuja de Camas, pero razones presupuestarias hicieron que esa idea se descartara y que se decidiera construir en su lugar un puente más convencional, el puente de la Corta.
El puente del Alamillo fue el edificio más alto de la ciudad hasta 2015, cuando fue inaugurada la Torre Sevilla. Santiago Calatrava realizó otros puentes posteriormente que siguen la tipología del modelo del Alamillo, como el puente de la Mujer en Buenos Aires o el de l'Assut de l'Or en Valencia.