LOS DOMINICOS Y LA CÚPULA DE LA MAGDALENA

La iglesia de la Magdalena de Sevilla es uno de los ejemplos más destacados del arte barroco en Sevilla. Y esto es decir mucho para una ciudad que cuenta entre su patrimonio con edificios como el Hospital de la Caridad, San Luis de los Franceses o la Colegial del Salvador, por citar solo algunas de las magnificas realizaciones de los siglos XVII y XVIII.

La actual parroquia de la Magdalena fue construida originalmente como iglesia del convento dominico de San Pablo, que ocupaba una extensa área de más de 30.000 m2 entre la actual iglesia y la calle Gravina. El convento contó con un primitivo templo en estilo mudéjar, pero su estado ruinoso hizo que los frailes se decidieran a finales del siglo XVII por demolerlo y levantar una nueva iglesia, que es la que ha llegado hasta nosotros. 

En 1835 es expropiado por el Estado en el marco del proceso desamortizador y los monjes son exclaustrados. Todos los terrenos del antiguo convento son parcelados y vendidos para la construcción de viviendas, con excepción de la iglesia y la capilla de Montserrat, que se mantienen hasta la actualidad, y el claustro principal, que sirvió durante un tiempo como sede de oficinas de la administración hasta que fue derribado ya en el siglo XX. 

La iglesia de la Magdalena se encontraba unos metros más al este, donde hoy está la plaza con este nombre. Sufrió gravísimos destrozos con la invasión napoleónica y, aunque inicialmente se proyectó su reconstrucción, cuando quedó libre la iglesia del convento se decidió el traslado allí de la parroquia y dejar la mencionada plaza en el lugar de la original. De esta forma, la primitiva iglesia conventual de San Pablo pasó a convertirse en la parroquia de la Magdalena.

Obviamente, es necesario tener en cuenta este pasado a la hora de intentar describir artísticamente el edificio, ya que gran parte de sus características y programa iconográfico se explican solo si entendemos la iglesia como parte de un convento de la orden dominica.

De hecho, era el mayor convento dominico de toda Andalucía, lo que explica la monumentalidad de la iglesia. Su historia se halla estrechamente ligada no solo a la de la ciudad, sino también a la de la Corona de Castilla. El rey Fernando III propició su fundación tras la conquista de la ciudad en 1248, cediendo a los dominicos unos terrenos que por entonces se situaban junto a la Puerta de Triana de la murallas. Es por eso que el convento llevó desde sus orígenes el nombre de San Pablo el Real.

Los dominicos fueron una orden muy vinculada con la Inquisición desde su creación por el papa Gregorio IX en el siglo XIII. Cuando en 1478 la institución fue creada en Castilla bajo el reinado de los Reyes Católicos, este convento fue la primera sede del tribunal en Sevilla y en él se celebraron por tanto los primeros juicios y condenas a muerte en la ciudad.

De hecho, era el mayor convento dominico de toda Andalucía, lo que explica la monumentalidad de la iglesia. Su historia se halla estrechamente ligada no solo a la de la ciudad, sino también a la de la Corona de Castilla. El rey Fernando III propició su fundación tras la conquista de la ciudad en 1248, cediendo a los dominicos unos terrenos que por entonces se situaban junto a la Puerta de Triana de la murallas. Es por eso que el convento llevó desde sus orígenes el nombre de San Pablo el Real.

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Los dominicos fueron una orden muy vinculada con la Inquisición desde su creación por el papa Gregorio IX en el siglo XIII. Cuando en 1478 la institución fue creada en Castilla bajo el reinado de los Reyes Católicos, este convento fue la primera sede del tribunal en Sevilla y en él se celebraron por tanto los primeros juicios y condenas a muerte en la ciudad. 

A partir del descubrimiento de América en 1492, Sevilla pasa a ser la sede el Puerto de Indias y a centralizar todo el comercio ultramarino. Será el inicio de una época de esplendor a la que el convento no será ajeno. Hay que recordar que entre las prioridades declaradas de la Corona estuvo siempre la evangelización de los nuevos territorios, por lo que Sevilla hubo de llenarse de conventos y monasterios, de los que salían los religiosos que habrían de partir a América con esta misión. El convento de San Pablo se destacó entre todos ellos en esta misión, debido en parte a la propia naturaleza de la orden, cuya denominación oficial es Ordo Praedicatorum, es decir, orden de predicadores. De esta forma, de aquí salieron muchos de los clérigos enviados a evangelizar América y Filipinas. Entre ellos, el célebre fray Bartolomé de las Casas, teólogo y jurista conocido como “el defensor de los indios”, que fue consagrado obispo de Chiapas en esta misma iglesia.

Su construcción se desarrolló entre 1691 y 1709, dirigida por el arquitecto Leonardo de Figueroa, probablemente la figura más destacada de toda la arquitectura del barroco sevillano. Así lo muestra su intervención en edificios tan relevantes de este período en la ciudad como el Hospital de la Caridad, el Salvador, San Luis de los Franceses y el Palacio de San Telmo.

La nueva construcción conservaría algunos elementos de la iglesia gótico mudéjar que la precedió, como la marcada cabecera poligonal y lo que hoy es la capilla de la Quinta Angustia, que en la iglesia mudéjar eran tres capillas contiguas en el lado de la epístola, anexionadas entre sí formando la actual con la reforma barroca.

Centrándonos en la magnífica cúpula, fue la primera levantada en Sevilla sobre tambor, siendo seguida en esta característica por las de El Salvador y San Luis de los Franceses, proyectadas también por Leonardo de Figueroa. En concreto, se trata de un tambor octogonal, sobre el que se levanta la semiesfera rematada por una gran linterna, también de planta octogonal. Como remate se coloca una enorme corona real de hierro forjado, recordando la fundación del convento por la iniciativa regia de Fernando III y su fuerte vinculación histórica con la Corona.

Es la primera cúpula levantada por Leonardo de Figueroa y en ella deja ya claros algunos de los elementos definitorios de su estilo, como la rotundidad de la linterna, que repetirá en el Salvador y en San Luis, o la riqueza de elementos decorativos, que además muestran una notable variedad cromática.

En el caso de la Magdalena, estos elementos decorativos tienen una clara lectura iconográfica vinculada con la labor evangelizadora de la orden en América. Para hacer alusión a ello, se incluyen una serie de elementos escultóricos inspirados en representaciones artísticas de algunas de las culturas prehispánicas, reinterpretados de una forma pintoresca.

Así, por ejemplo, la linterna se halla rodeada por una serie de amerindios que ejercen como telamones, es decir, que sostienen sobre sus cabezas la cornisa. Además, en las antefijas aparecen máscaras de rasgos negroides muy enfatizados, que portan unos curiosos tocados de plumas en varios colores. Otros personajes semifantásticos aparecen en otras partes de la fachada como en las pilastras, inspirados en el arte prehispánico pero de una manera muy deformada.

El interior de la cúpula está decorado por pinturas al fresco de Lucas Valdés. En cada uno de los gajos, una pareja de ángeles sostienen una letra dorada profusamente ornamentada. En conjunto forman la inscripción AVE MARÍA.

La elección de este tema tiene también que ver con un episodio de la historia de la orden que todavía no hemos comentado. Sevilla fue siempre una firme defensora de la Inmaculada Concepción de María, es decir, de la creencia de que la Virgen fue concebida sin pecado original, a diferencia del resto de los mortales. Otras órdenes religiosas asentadas en la ciudad, como los dominicos o los franciscanos, fueron fervientes defensoras de que esta doctrina fuera proclamada como dogma de fe, algo que no ocurrió hasta 1854. Los dominicos, en cambio, no compartían esta creencia y defendían que María nació con la misma mancha que el resto de los humanos. 

En el contexto de una ciudad de tanta devoción mariana como Sevilla, esto les granjeó de alguna manera cierta impopularidad entre los fieles. En la decoración de su cúpula, los dominicos de San Pablo quisieron dejar claro que ellos también compartían una enorme fe y afecto por la figura de la Virgen, y dispusieron que en ella pudiera leerse las primeras palabras de la salutación que el arcángel Gabriel le hizo a María al anunciarle la milagrosa concepción de Jesús: Ave María.

En el interior de la linterna, en el punto más elevado de todo el espacio, aparece un esplendoroso sol dorado sobre un fondo azul oscuro, en torno al que puede leerse la inscripción latina ET CAEPISSE EST ALQUID, SED FINIS FACTA. Es decir, haber empezado es algo, pero el final debe alcanzarse. Una alusión a la capacidad humanas para emprender y culminar empresas tan extraordinarias como la de construir una iglesia tan magnífica como la Magdalena de Sevilla.

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