EL RETABLO CERÁMICO DEL NAZARENO DE LA O

El trabajo del barro ha sido una actividad esencial para explicar el barrio desde sus orígenes. Al margen de las hermosas leyendas fundacionales, desde un punto de vista histórico sabemos que Triana se remonta a época islámica, al entorno de los siglos XI o XII. Empezó a crecer con fuerza a raíz de la construcción del Puente de Barcas y del Castillo de San Jorge y, prácticamente desde sus inicios, tenemos constancia de la presencia de hornos alfareros en el barrio.

En los primeros tiempos de la Isbiliya musulmana, estos se asentaban sobre todo en el llamado “Barrio de los Alfareros”, que estaría ubicado aproximadamente por la zona de Puerta Jerez y el sur de la avenida de la Constitución. Cuando los gobernantes de la ciudad empezaron a acrecentar sus residencias palaciegas en el Alcázar, forzaron el traslado de estas actividades a áreas más alejadas. Hay que pensar que la alfarería era en la época una actividad bastante contaminante, ya que era necesario el funcionamiento de hornos a altas temperaturas que generaban mucho humo. 

Así que por esta época empezaron a asentarse con fuerza los alfareros en Triana, donde además de más espacio, contaban con gran disponibilidad de su materia prima, un barro de gran calidad ofrecido por el Guadalquivir en varios de sus puntos. Con él se realizaron desde siempre todo tipo de recipientes y pronto fue también la materia prima para la elaboración de azulejos cerámicos, que se empezaron a producir en el barrio ya en época islámica y que experimentaron un enorme auge sobre todo a partir del siglo XV.

En su impulso tuvo un papel fundamental Francisco Niculoso Pisano, artista de origen italiano asentado en el barrio, que introdujo la técnica para pintar en las piezas cerámicas antes de su cocción, de forma parecida a hacerlo sobre cualquier otra superficie plana. De esta forma, se pudieron superar las limitaciones formales anteriores e introducir un repertorio iconográfico mucho más amplio, con la representación de escenas y motivos decorativos mucho más naturalistas. De hecho, entre su obra encontramos algunas de las primeras muestras del arte renacentista en Sevilla, como vemos en el magnífico retablo cerámico de la Visitación que realizó para la pequeña capilla personal de Isabel la Católica en el Alcázar.

La realización de azulejos cerámicos sería una constante en el barrio y su producción se iría adaptando sucesivamente a estilos como el mudéjar, el renacentista o el barroco. En muchas ocasiones estaría vinculada a la realización de los llamados retablos cerámicos, que se ubican con un sentido devocional en espacios públicos, constituyendo elementos muy característicos de las calles de la ciudad ya desde el siglo XVII.

En Triana contamos con un hermoso e interesante ejemplo en la iglesia de Nuestra Señora de la O. En concreto, en su campanario encontramos un magnífico retablo cerámico de 150 piezas, datado hacia 1760. Representa a Nuestro Padre Jesús Nazareno, titular de la Hermandad de la O, aunque no reproduce la imagen concreta del titular obra de Pedro Roldán, sino una representación genérica de la advocación, enmarcada en un paisaje agreste. Bajo él, puede leerse Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos, en alusión a la frase pronunciada por Jesús y recogida en el Evangelio de Lucas (Lc. 23, 28).

Además de la importancia artística del retablo, tiene también la relevancia de ser uno de los más antiguos conservados en la ciudad y el primero que representa a un titular de una hermandad de Semana Santa, inaugurando así una tradición que tendría gran calado en la ciudad, sobre todo a partir de principios del siglo XX.

Precisamente desde finales del siglo XIX y en las primeras décadas del XX se produce una época de verdadero esplendor de la cerámica trianera, vinculada sobre todo a la difusión de la arquitectura regionalista. Esta corriente, que podríamos incluir dentro del historicismo, defendía la utilización de recursos formales y estilísticos que se consideraban propios de la tradición sevillana y andaluza, por lo que se entremezclaban elementos considerados de raíz popular con otros que tenían claras reminiscencias, mudéjares, renacentistas o barrocas. 

El regionalismo experimentaría un impulso definitivo a raíz de que se decidiera la celebración en Sevilla de la Exposición Iberoamericana de 1929. No solo las instalaciones destinadas a albergarla, sino muchas de las nuevas obras emprendidas para mejorar la ciudad, se hicieron en este estilo. Esta circunstancia conllevó que los talleres trianeros funcionaran a pleno rendimiento, por lo que muchas de las grandes sedes de firmas cerámicas que han llegado hasta nuestros días corresponden a este período de finales del XIX y principios del XX, como Mensaque en San Jacinto, Santa Ana en San Jorge o Montalván en la calle Alfarería.

Este último ejemplo constituye una de las más hermosos en el barrio. Se conserva la sede del taller, que fue uno de los que tuvo una actividad más intensa entre 1910 y 1930. Hoy alberga un hotel, pero aun puede admirarse el magnífico conjunto de rótulos comerciales cerámicos que lo decoraron. Anexo a él y haciendo esquina con la calle Covadonga, se encuentra la llamada Casa Montalván, trazada por el arquitecto Juan Talavera y Heredia hacia 1927. Se trata de uno de los más destacados arquitectos de la época, que dejó con esta obra una preciosa joya del regionalismo en Triana. 

El objetivo del inmueble era el de servir como soporte expositivo para los trabajos cerámicos que se realizaban en el taller adjunto. Es decir, tanto en su fachada como en sus estancias principales, está decorado con un magnífico conjunto de azulejería que permitía a los propietarios mostrar a posibles clientes la calidad de los trabajos que salían del taller. Además, la cercanía cronológica entre la elaboración de la casa la Exposición Iberoamerica parece que influyó en cierta medida en el arquitecto, ya que la vivienda parece mostrar un cierto aire colonial en sus trazas, como vemos en el balcón corrido que se extiende por todo lo largo de la fachada y en el voladizo de madera que lo cubre.

Por desgracia, en la actualidad no queda ni un solo taller cerámico en activo en Triana. Sin embargo, ejemplos como este nos ayudan a rememorar hasta qué punto esta actividad ha sido determinante para el barrio, dotándolo de algunas de sus joyas arquitectónicas más destacadas.

 

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Publicado en Detalles, Triana.

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