LA CALLE PUREZA

La calle Pureza es una de las más emblemáticas de Triana y seguramente una de las primeras que tuvo el barrio. Esto es debido a que unía dos de sus principales y más antiguos hitos: el puente de Barcas, que se emplazó durante siglos donde hoy está el puente de Isabel II, y Santa Ana, el principal templo de Triana, mandado construir por Alfonso X a finales del siglo XIII.

El trazado de esta calle es el camino más corto entre ambos puntos, por lo que es muy probable que fuera uno de los principales ejes en torno a los que los habitantes del barrio fueron asentando sus viviendas. 

De hecho, tenemos noticias de que ya fue una zona habitada desde época islámica. Las excavaciones arqueológicas han mostrado que era un área con numerosos talleres y hornos de alfarería. En los primeros siglos de la Isbiliya musulmana, estas actividades se asentaron sobre todo en torno Puerta Jerez y el sur de la avenida de la Constitución, donde algunos autores sitúan incluso un “barrio de los alfareros” por la cantidad de restos aparecidos. 

Sin embargo, a medida que las estancias palaciegas del Alcázar se fueron engrandeciendo, estos artesanos fueron empujados a áreas más alejadas, ya que a los gobernantes no les era grato tenerlos tan cerca de sus viviendas. Hay que recordar que la alfarería era una actividad bastante contaminante para la época, sobre todo por el humo que desprenderían los hornos.

Así que seguramente fue en este contexto cuando los alfareros empezaron a asentarse al otro lado del río. Además, con la construcción en 1171 del puente de Barcas, se facilitaba el tráfico tanto de personas como de sus mercancías entre ambas orillas.

Al parecer, el trabajo del barro siguió siendo una actividad característica del barrio y en concreto de este área tras la llegada de los cristianos. De hecho, recibiría un nuevo impulso desde finales del siglo XV, cuando el célebre Niculoso Francisco Pisano se asentó en unos terrenos a la altura del actual número 44 de la calle. 

Este ceramista de origen italiano es una figura imprescindible para entender la historia de la cerámica trianera y sevillana. Introdujo una nueva técnica que consistía en pintar directamente sobre los azulejos esmaltados en blanco antes de su cocción, como si se hiciera sobre un lienzo, lo que supuso una mayor variedad formal y temática. De esta forma, se podían representar no solo motivos geométricos o vegetales, sino también escenas más complejas, con paisajes y personajes. De hecho, se considera a Pisano uno de los primeros introductores del arte renacentista en la ciudad. El panel conmemorativo que podemos ver en el citado inmueble lo recuerda así:

En los terrenos que ocupa este edificio, estableció su taller y hornos, a finales del siglo XV, el ceramista Niculoso Francisco Pisano. Pionero introductor del renacimiento y de una nueva técnica de pintura cerámica que dio gran fama a Triana y a Sevilla por la perfección alcanzada en esta industria.

En la iglesia de Santa Ana, situada no lejos de este emplazamiento, encontramos la primera obra conservada de Pisano. Se trata de la misteriosa lauda sepulcral de Íñigo López. En ella aparece yacente el personaje, con las manos cruzadas a la altura de la cintura y una cruz sobre su pecho. Le sostiene la cabeza un almohadón blanco con borlas en las esquinas y en el marco puede leerse el nombre del autor, el de la figura representada y el año de su realización (1503). La parte en la que podía leerse la profesión, título o cargo del difunto fue borrada desde antiguo, lo que provocó la aparición de leyendas sobre su origen. La más comentada es la que lo identifica con un esclavo que fue asesinado por su dueño. Este, arrepentido de su acción, habría encargado la lauda a Nicoloso Pisano para enterrarlo en la principal iglesia de Triana. De este relato viene la costumbre de llamar a Íñigo el negro de Santa Ana. 

Por alguna extraña razón, durante un tiempo fue costumbre que las mujeres que deseaban encontrar pareja le golpearan la cara con un zapato, siguiendo una rara superstición. Esto provocó un gran deterioro en esta parte, que afortunadamente pudo ser recompuesta en parte con la profunda restauración que se acometió en 2016.

Además de las actividades alfareras, la cercanía al río hizo que desde muy pronto las actividades relacionadas con la pesca y la navegación tuvieran mucha importancia en la zona. De hecho, en el extremo más cercano a la actual calle Troya, se localizó un barrio de pescadores que se conoció como el barrio de San Sebastián. Con el descubrimiento de América y la nueva vocación ultramarina de Sevilla, estas actividades se verían aumentadas con el trabajo en la reparación de naves y el transporte de mercancías. Hay varios grabados de los siglos XVI y XVII donde grandes naves aparecen varadas en la zona de la actual calle Betis, mientras son sometidas a reparaciones.

De hecho, en esta misma calle tendría su primera sede la universidad de Mareantes, que fue creada en 1556 por gremios de mareantes para impartir formación en las labores relacionadas con la navegación. Se trataba así de hacer frente a la creciente demanda de mano de obra en estos ámbitos, producida por la expansión del comercio americano.

Estaba ubicada en el solar que hoy ocupa la Casa de las Columnas. Sin embargo, el magnífico edificio entre barroco y neoclásico que vemos hoy es un palacio levantado en el siglo XVIII, una vez que la universidad se hubo trasladado al palacio de San Telmo.

La calle cuenta con otros inmuebles del XVIII e incluso del XVII, pero la mayoría de ellos son de los siglos XIX y XX. De cualquier forma, incluso en las reformas más recientes, se ha dado en general a los inmuebles un sentido estético bastante uniforme en torno a las viviendas decimonónicas, lo que dota al conjunto de la calle de una cierta armonía muy hermosa. 

Hay un bello ejemplo de arquitectura manierista, que casi siempre pasa desapercibida entre sus fachadas. Se trata de la llamada casa Quemá, en el número 72. Es un palacio de finales del siglo XVI, reconvertido en la actualidad en corral de viviendas. Pudo ser residencia de algún cargo de la Inquisición, o incluso sede de alguna de las oficinas que dependieran de la sede central, en el castillo de San Jorge. Se ha dicho incluso que allí vivió el propio Torquemada y que de ahí le vendría el apelativo de casa Quemá.

En cualquier caso, su portada es un hermosísimo ejemplo del manierismo en la arquitectura civil sevillana. Está compuesta por un gran vano adintelado, con un marco de sillares almohadillados. En la parte superior, un friso de triglifos y metopas y un frontón curvo partido, con cada una de las partes formando roleos. Sobre él, un ático cubierto con frontón triangular. En el centro, dos ángeles de posturas bellamente manieristas sostienen un ornamentado pero vacío escudo ovalado.

Para terminar, podríamos hacer una referencia al nombre de la vía, Pureza. Aunque existiera desde antes, las primeras menciones al nombre de la calle que aparecen son de principios del siglo XVI, cuando se la llamaba calle Ancha de Santana. Con este nombre permaneció durante siglos, hasta que ya a principios del siglo XIX se la empezó a denominar Larga de Santana. 

Pasó a denominarse calle Pureza en 1859, en el quinto aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de María. Sin embargo, Sevilla fue desde mucho antes una firme defensora de la creencia de que la Virgen vino al mundo sin el pecado original con el que venimos los mortales. Así que fue concebida pura, sin mácula, Inmaculada.

En la fachada de la Capilla de los Marineros hay una hermosa referencia a esta advocación de la calle. Es una pequeña escultura en barro de una Inmaculada, que se ubica en la hornacina central sobre la puerta. Es una obra de Antonio Illanes Rodríguez de 1962. Este escultor destacó sobre todo como imaginero y de él podemos admirar obras procesionando en la Semana Santa de numerosos puntos de Andalucía. Por ejemplo, en Sevilla son obras suyas los cristos de las Aguas y de la Lanzada, además de la Virgen de la Paz de la hermandad del Porvenir.

En este caso, Illanes plasmó a una Virgen en edad juvenil, con unas formas redondeadas y simples que consiguen una armonía muy dulce. Como atributos de la  Inmaculada, muestra las manos cruzadas suavemente sobre el pecho y a sus pies se ubica una luna creciente, que apenas es visible a pie de calle.

Fue ubicada ahí al culminarse las obras de reforma que permitieron a la hermandad de la Esperanza se Triana volver a su antigua sede, que había tenido que abandonar en 1868. Durante el período intermedio, la hermandad se ubicó en San Jacinto. Al elegir el tema para la hornacina central de su fachada quisieron hacer referencia a una de sus titulares, ya que su título completo es el de Pontificia, Real e Ilustre Hermandad y Archicofradía de Nazarenos del Santísimo Sacramento y de la Pura y Limpia Concepción de la Santísima Virgen María, del Santísimo Cristo de las Tres Caídas, Nuestra Señora de la Esperanza y San Juan Evangelista. Así que la pequeña Inmaculada de Illanes tiene toda la coherencia en la fachada de la capilla, no solo como titular de la hermandad, sino como advocación a la que está dedicada la calle en la que se ubica. 

Con el paso de los años, la Capilla de los Marineros se ha configurado como el principal eje de atracción de visitantes de la calle Pureza, debido a que la bellísima imagen de la Esperanza de Triana es una de las principales advocaciones marianas de Sevilla y la que más fieles mueve en su barrio. Acercarse a visitarla en su sede es siempre una oportunidad para disfrutar de la riqueza histórica y artística del emblemático entorno el que se ubica.

 

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Publicado en Detalles, Triana.

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