Dibujo de la iglesia de san juan de la palma de Sevilla, portada principal

SAN JUAN DE LA PALMA

La iglesia de San Juan Bautista de Sevilla, conocida generalmente como San Juan de la Palma, está ubicada al comienzo de la emblemática calle Feria. Es uno de los templos de la ciudad que cuentan con un origen medieval y todavía es posible vislumbrar algunos de sus elementos mudéjares, aunque hoy en día conserva muy poco de su fisonomía original.

Es probable que se ubique en el solar de una antigua mezquita y que durante los primeros siglos de dominación cristiana se siguiera utilizando el edificio islámico, adaptado a las necesidades del nuevo culto. Aunque arquitectónicamente la iglesia no conserva ningún resto de esa teórica mezquita anterior, sí que existen algunos indicios que nos llevan a pensar en que efectivamente existió.

El más notable es una inscripción, en árabe y escritura cúfica, datada hacia el año 1100, que se encontraba hasta finales del siglo XIX en la torre de la iglesia y que hoy se conserva en el Museo Arqueológico. Se trata de una placa conmemorativa que recuerda la construcción del alminar de la mezquita. Dice así:

Basmala. Tasliyya. Ha ordenado la gran señora Umm Rasid Abu-l-Husayn Ubayd Allah, hijo de al-Mu´tamid `alá Allah, al-Mu`ayyad bi-nasri-llah, Abu-l-Qasim Muhammad b. ´Abbad (que Dios le ayude asistiéndole y apoyándole, e ilumine a ambos), la erección de este alminar en su mezquita (Dios le guarde), buscando una generosa recompensa. Se terminó, con la ayuda de Dios, bajo la dirección del visir y secretario Abu-l-Qasim b. Hayyay (Dios le favorezca) en el mes de sa`ban del 478. 

[OLIVA ALONSO, Diego; GÁLVEZ MÁRQUEZ, Eugenia; VALENCIA RODRÍGUEZ, Rafael. Fondos epigráficos del Museo Arqueológico de Sevilla. Al-Qantara. 1985, 6 (1-2), p. 451 pp. 462-463, nº 9, lám. V.]

Además, en una excavación arqueológica en la cercana calle Jerónimo Hernández aparecieron unos restos datados hacia el siglo XI e identificados como parte de un palacio de época taifa, concretamente se propuso que podría tratarse del mítico al-Mukarram, que aparece mencionado en las fuentes como una de las residencias del rey Al Mutamid.

Así que es posible que la hipotética mezquita previa a San Juan de la Palma estuviera vinculada a este palacio y que esta zona en concreto fuera un entorno de cierta monumentalidad como foco de poder dentro de la Isbiliya musulmana.

En cualquier caso, como ya decíamos, nada queda de esa primitiva mezquita. Los restos más antiguos que se conservan pertenecen ya a la iglesia mudéjar, que se construiría entre los siglos XIV y XV. En concreto, de aquella época apenas se conserva parcialmente la portada principal, hacia la calle Feria, el cuerpo inferior de la torre y la bóveda de la capilla sacramental. El resto del edificio se corresponde con sucesivas modificaciones posteriores, sobre todo en época barroca.

Presenta planta de tres naves, separadas por cinco arcos fajones de medio punto, que asientan sobre pilares de ladrillo de sección cruciforme. Las cubiertas son de madera, siguiendo el modelo mudéjar, a excepción de la cabecera, que además de encontrarse algo elevada con respecto al resto del templo, se cubre con una cúpula barroca sobre pechinas. Tanto las pilastras como los muros de las naves están recorridos por un zócalo de azulejos de Triana, ya contemporánea. Cuenta con tres capillas que sobresalen del resto del edificio, dos de las cuales, anexas entre sí formando la Capilla Sacramental, se ubican en el lado de la nave del evangelio, conservando una de ellas la bóveda mudéjar original, aunque bastante modificada. La otra capilla está dedicada a San José y se encuentra en la cabecera de esta misma nave.

Cuenta con dos portadas. La principal, a los pies, da hacia la calle Feria y de ella conocemos la fecha en la que se encargó, 1420. Es una puerta gótica, de forma ojival y abocinada. Presenta decoración escultórica en los capiteles corridos de los baquetones, con las figuras de dos leones en la parte de las impostas más cercana a las entradas. La figura del león aparece repetida en los canecillos que sujetan la cornisa de la fachada. Sobre cada lado del arco de entrada encontramos una hornacina, de forma polilobulada de reminiscencias mudéjares, enmarcadas ambas por doseletes góticos. En el centro de la fachada, sobre la clave, una tercera hornacina, esta vez con forma de medio punto. Todas ellas vacías en la actualidad. A ambos lados de la entrada, recorren la mitad superior de la fachada, sendas columnas adosadas, profusamente decoradas y que asientan sobre cabezas de animales, una sobre la de un león y la otra sobre la de un toro.

La portada lateral, hacia la calle San Juan de la Palma, es mucho posterior, en un estilo barroco muy cercano al neoclasicismo. Cuenta con un cuerpo superior en forma de espadaña, que sirve para albergar un panel cerámico en el que puede leerse en latín una cita bíblica a la figura del titular de la iglesia. En concreto:

NON SURREXIT INTER NATOS MULIERUN MAIOR IOANNE BAPTISTA. MATH XI 11.

(No ha surgido de entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista. Mt 11 11)

La iglesia fue pasto de las llamas en los acontecimientos de julio de 1936, cuando perdió gran parte de la decoración y los enseres que fue atesorando. El retablo mayor, por ejemplo, es una obra rococó del siglo XVIII, pero fue trasladado y adaptado aquí desde la iglesia de San Felipe de Carmona, ya en 1959. Su hornacina central alberga la imagen de la Virgen de la Amargura acompañada por San Juan Evangelista, obras ambas de Benito de Hita y Castillo de la segunda mitad del siglo XVIII, aunque el rostro de la Virgen es anterior, probablemente de comienzos del mismo siglo, y de autor anónimo.

A ambos lados se sitúan dos imágenes del Niño Jesús y de San Juan Bautista, también como niño. Ambas son imágenes de gran calidad, sobre todo la primera, obra de 1644 de Francisco Dionisio Ribas, mientras que la segunda está atribuida a su taller. En el atrio del retablo se sitúa de nuevo una imagen del Bautista, del siglo XVIII, esta vez ya representado en edad adulta y con sus atributos clásicos.

La iglesia cuenta con un importante número de obras artístico de valor, sobre todo barrocas, tanto escultóricas como pictóricas. Entre ellas, podemos destacar una preciosa Inmaculada anónima del siglo XVIII, que preside un retablo en la Capilla Sacramental. Tiene la particularidad de ser originalmente un altorelieve, siendo modificada posteriormente como escultura de bulto redondo.

Otra imagen que podríamos destacar es la de Nuestro Padre Jesús del Silencio, que preside el altar principal de la misma capilla. Es una obra atribuida a Pedro Roldán de finales del siglo XVII y es cotitular de la Hermandad de la Amargura. 

Esta Hermandad es una de las más emblemáticas de Sevilla y tiene su sede en esta iglesia desde 1724, siendo fundada en 1696 en San Julián. A ella hacen referencia algunos de los retablos cerámicos que decoran el exterior de San Juan de la Palma. En concreto, el ubicado en la Calle Feria, dedicado a Nuestro Padre Jesús del Silencio, es obra de Alfonso Orce Villar y fue colocado en 1996 en conmemoración del III centenario de la presencia de la hermandad en el templo. En dirección hacia la calle Regina se ubica otro precioso retablo cerámico, bajo un contundente tejaroz. En este caso aparece la Virgen de la Amargura acompañada de San Juan, obra de Manuel de la Lastra y Liendo de 1918.

Para terminar esta breve reseña, nos parece imprescindible hacer alusión al nombre con el que generalmente es denominado el templo. Si la iglesia está dedicada a San Juan Bautista, por qué todo el mundo la conoce como San Juan de la Palma. La respuesta nos la da Diego Ortiz de Zúñiga, un historiador sevillano del siglo XVII, que en sus Anales sobre la ciudad nos cuenta que este nombre le viene de una palma o palmera que se encontraba junto a ella.

Nuestro autor profundiza más e incluye la narración de un milagro, acaecido en torno a esta palma, que respaldaría su inclusión en el apelativo de la iglesia. El marco histórico para el suceso sería el de los tiempos de la Contrarreforma, cuando tanto la jerarquía católica como la de la Monarquía estaban muy empeñadas en sofocar cualquier foco de protestantismo, de herejía o de desviación del canon oficial. 

Por lo visto, en ese ambiente de persecución religiosa, una persona de ideas distintas se atrevió a proclamar frente a la citada palma que María no había permanecido virgen después del parto, contraviniendo así el dogma oficial de la Iglesia. Resulta que esta palmera junto a la iglesia se hallaba en la época en medio del cementerio que rodeaba por aquel entonces el templo.

Aunque el protagonista del relato se creía absolutamente solo en ese cementerio al proferir su opinión sobre la Virgen, al día siguiente un anciano se presentó ante las autoridades de la Inquisición para denunciarlo.

Los agentes del Tribunal fueron más tarde a la dirección que el denunciante había dado como señas, pero solo encontraron viviendo allí a un joven. Por las descripciones, el muchacho cayó en la cuenta de que el acusador era su abuelo, a pesar de que este hacía años que había muerto, encontrándose sus restos enterrados al pie de la palmera de San Juan.

La conclusión que extrajeron fue que este señor se levantó de entre los muertos y fue a denunciar ante la Inquisición la afrenta que se había producido sobre el honor de la Virgen María. Ante la evidencia del milagro, el acusado no tuvo más remedio que reconocer los hechos, lo que no le libró de ser condenado y ajusticiado por hereje.

El propio Ortiz de Zúñiga lo narra así:

En el cimenterio desta Iglesia, á donde al presente esta la Cruz, antiguamente estaba una palma, al pie de la qual están enterradas muchas personas que en años de pestes se han sepultado allí, donde pasó el milagro siguiente: En años pasados quando hubo en Sevilla muchos hereges, predicó en esta Iglesia un Frayle de la Orden de San Francisco , ei qual dixo que nadie delinquiese contra la Fe, porque las paredes tenían ojos y oidos i la noche siguiente en punto de las doce un Herege que oyó este sermon , haciendo burla de lo que el Predicador había dicho , se llegó á la palma y le dixo: Palma, la Madre de Dios no quedó virgen despues del parto. Otro día por la mañana fué á la Inquisición un hombre anciano, y denuncio contra este Herege, el qual Herege prendieron los Señores Inquisidores, y le tomáron su confesion, y negó: envío la Inquisición en casa del denunciador para que se ratificase, y yendo á buscarlo á su casa dixo un nieto del denunciador, que ese hombre que buscaban había ochenta años que era muerto, y que estaba sepultado al pie de la palma del cementerio de San Juan  con lo qual volvieron á la Inquisición, y dixeron ai Herege lo que pasaba, el qual dixo que era verdad, y que Dios habia permitido que aquel muerto se levantase porque castigaran su pecado, y los Señores lo penitenciáron; Este milagro está escrito en la Santa Inquisición de esta Ciudad.

 

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