El Alcázar de Sevilla es una de las residencias reales más fascinantes de España. Esto es debido a que no responde a un único proyecto acometido en un momento determinado, sino que es el resultado de numerosas fases constructivas, que se han ido sucediendo en su historia.
Ha tenido un uso continuado como palacio real desde sus orígenes musulmanes, allá por el siglo X u XI, hasta el día de hoy, en el que sigue siendo el palacio real en uso más antiguo de España y de Europa. A lo largo de su historia, los distintos monarcas que aquí han habitado, han ido adaptando los distintos palacios, patios y jardines a los gustos de cada época, hasta configurar el maravilloso y diverso conjunto por el que podemos pasear hoy en día.
Aunque su origen es un conjunto de palacios musulmanes, nos ha quedado muy poco de esta primera época del Alcázar. La mayor parte de los palacios que vamos a ver se corresponden con las reformas acometidas en época cristiana por:
- Alfonso X el Sabio, que construyó el llamado Palacio Gótico en el siglo XIII.
- Pedro I, llamado por unos el Cruel y por otros el Justiciero, que construyó el maravilloso que es el verdadero corazón del Alcázar. Fue edificado a mediados del siglo XIV y constituye la cumbre del estilo mudéjar.
- En el reinado de los Reyes Católicos se construyó la llamada Casa de Contratación, de la que también veremos algunas estancias a este lado, destinada a centralizar y organizar el comercio con las Indias, tras el descubrimiento de América en 1492.
Todo ello se halla rodeado por un magnífico conjunto de patios y jardines, que se han ido añadiendo y reformando hasta épocas muy recientes. Hay que recordar que una parte del Palacio de Pedro I, concretamente la planta superior, sigue habilitada como residencia de los reyes de España cuando se encuentran en Sevilla.
Gracias a todo esto, a su larga historia, a su belleza y a su arquitectura, el Real Alcázar de Sevilla fue declarado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en diciembre de 1987, junto con las cercanas catedral y Archivo de Indias.
El Convento de San Agustín fue uno de los grandes conventos sevillanos durante la Edad Media y Moderna, fundado según Ortiz de Zúñiga ya en el siglo XIII, poco después de la conquista cristiana de la ciudad. Parece que se los religiosos se asentaron aquí ya a finales del mismo siglo y aquí permaneció la comunidad agustina hasta 1835, año en el que fueron exclaustrados.
Tras la expropiación del convento, el inmueble ha ido pasando por diversos usos y viendo reducidas poco a poco sus dimensiones originales. Han desaparecido la iglesia y uno de los claustros y hoy solo quedan algunas dependencias en torno al que fue claustro principal, todo en un estado ruinoso.
Aunque el convento tuvo una larga historia constructiva entre los siglos XIII y XIX, los restos del claustro que han llegado hasta nuestros días datan de finales del siglo XVI o principios del XVII. Se trata de un enorme claustro porticado, con arcos de medio punto sobre pilares de ladrillo en el primer piso y arcos carpaneles sobre columnas pareadas en el segundo. ´
En el centro del patio se encuentran los restos pétreos de lo que parece ser una gran puerta o arco triunfal, depositados allí tras ser desmontados de su emplazamiento original. Probablemente se trate de acceso al compás del convento que fue diseñado por el gran arquitecto del Renacimiento sevillano Hernán Ruiz II.
En la actualidad hay un proyecto para construir un hotel sobre los que queda del antiguo convento manteniendo las fachadas del claustro.
Convento de monjas dominicas fundado a finales del siglo XV, cuando la reina Isabel la Católica cedió a las religiosas una amplia parcela de la antigua judería de Sevilla. Algunos autores sostienen que el convento se asentó en parte sobre una de las antiguas sinagogas del barrio, pero ese dato no se ha podido confirmar. La edificación que ha llegado hasta nuestros días data de la segunda mitad del siglo XVI.
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En esa fecha son datables los principales elementos del convento: la iglesia, un pequeño patio que actúa como claustro y otro de mayor tamaño que se usa como jardín.
El templo es una de las iglesias conventuales de mayor tamaño de las que encontramos en Sevilla y en su construcción intervinieron los arquitectos Juan de Simancas y Pedro Díaz Palacios. Tiene planta rectangular, con una cabecera cuadrada y coros alto y bajo a los pies.
La fachada está en el lado del Evangelio, accediendose por una portada tardo renacentista. En el dintel aparece el escudo real, flanqueado por el de los dominicos, símbolo del patronazgo de la Corona. En la hornacina central, vemos un relieve de Juan de Oviedo con una hermosa representación de la Virgen con el Niño entregando un rosario a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden. Junto a él aparece el elemento iconográfico que lo identifica tradicionalmente: un perro sosteniendo una antorcha en la boca. En el ático se ubica una imagen de Dios Padre en actitud de bendecir.
En el interior, un gran artesonado de madera cubre la nave, mientras que una magnífica bóveda ochavada sobre trompas, también de madera, cubre el área el presbiterio. La nave y el presbiterio se separan por un gran arco toral ricamente policromado, elemento muy característico también de las iglesias conventuales sevillanas.
En la iglesia se encuentran más de veinte enterramientos, entre los que destacan los de la mujer de Hernán Cortes, Juana de Zúñiga, y dos de sus hijas, que se encuentran a los lados del presbiterio.
El retablo mayor es obra de Francisco de Barahona de principios del XVIII, realizado en sustitución de uno anterior del XVI. Del original se preservaron algunas imágenes de Jerónimo Hernández, como la Virgen del Rosario de la hornacina central, llamada también Madre de Dios de la Piedad.
A cada lado del presbiterio se sitúan dos valiosos altares laterales renacentistas de la segunda mitad del siglo XVI. Como es habitual en las iglesias conventuales sevillanas, están dedicados a los 'Santos Juanes', es decir, a San Juan Bautista y a San Juan Evangelista, ambos obra del escultor y retablista Miguel Adán. Sin embargo, fue Jerónimo Hernández quien talló la imagen de San Juan Evangelista, al que representa al final de su vida, en Patmos, lugar en el que escribió el Apocalipsis. El dedicado a San Juan Bautista se halla justo enfrente y tiene una estructura muy similar al anterior. En su hornacina central, Miguel Adán representó la escena del Bautismo de Cristo.
No son los únicos retablos renacentistas con los que cuenta la iglesia.
El que se encuentra junto al del Evangelista enmarca una preciosa pintura sobre tabla con un Entierro de Cristo de inspiración flamenca.
Del lado opuesto encontramos el retablo de la Virgen del Rosario, anónimo del siglo XVI y de gran calidad. La imagen de la Virgen, en el centro, aparece flanqueada por Santo Domingo y Santo Tomás, mientras que por el resto del retablo se disponen una serie de relieves con distintas escenas de la vida de Cristo y de la Virgen.
En el espacio del coro alto y bajo de la iglesia, las religiosas han habilitado un espacio museístico en el que se exponen una serie de piezas artísticas de gran calidad, principalmente esculturas de los siglos XVI y XVII. Por citar solo algunas de ellas, podemos mencionar la Virgen con el Niño de Mercadante de Bretaña, un Resucitado de Jerónimo Hernández o un Calvario de Cristóbal Ramos.
Con la entrada al museo se colabora con los cuantiosos gastos que el convento tiene que afrontar para el mantenimiento del inmueble y de su valioso patrimonio artístico.
La Catedral de Sevilla es probablemente el monumento más emblemático de la ciudad. La Unesco la declaró en 1987 Patrimonio de la Humanidad, junto con el Alcázar y el Archivo de Indias. Está considerada el mayor templo gótico del mundo.
La mayor parte de su factura se realizó en estilo gótico tardío durante el siglo XV, aunque conserva elementos de la mezquita almohade del siglo XII sobre la que se asienta, como el Patio de los Naranjos o la Giralda. Además, en el siglo XVI se añadirían en estilo renacentista la Capilla Real, la Sala Capitular y la Sacristía Mayor. Más tarde, durante el Barroco y prácticamente hasta nuestros días, se irían añadiendo y remodelando diversos elementos de la catedral, hasta convertirla en un auténtico compendio de la historia del arte en la ciudad.
Su planta es de las llamadas de salón, con cabecera plana y cinco naves, siendo la central más alta y ancha que el resto. Cuenta con numerosas capillas laterales ubicadas entre los contrafuertes.
Los soportes son unos enormes pilares de sección romboidal, realizados en ladrillo y mampostería y revestidos de sillares. Sobre ellos se asientan bóvedas de nervadura, tan características del gótico. Son sexpartitas en las capillas, cuatripartitas en las naves y estrelladas las correspondientes al crucero, en la parte central del templo.
Sobre las capillas laterales y en los ejes principales se abre una estrecha galería a modo de triforio.
Su construcción fue aprobada por el cabildo catedralicio en 1401. La leyenda cuenta que el proyecto estaría inspirado por la frase «Hagamos una iglesia tan hermosa y tan grandiosa que los que la vieren labrada nos tengan por locos» y según el acta capitular de aquel día la nueva obra debía ser «una tal y tan buena, que no haya otra su igual».
Vista de la Catedral desde la Puerta del león del Alcázar. Se puede apreciar la cúpula que cubre la Sala Capitular y, al fondo, la Giralda
Vista nocturna de la Catedral de Sevilla desde la avenida de la Constitución
Fachada del lado Este de la catedral, con la cabecera de la Capilla Real y la Giralda al fondo
Portada del Bautismo, en la fachada occidental de la Catedral. Está realizada en estilo gótico en el siglo XV. Las esculturas de los extremos son las representaciones más antiguas de las santas Justa y Rufina que se han conservado
Puerta de San Miguel, realizada en estilo gótico en el siglo XV. La parte principal de la decoración escultórica es obra de Mercadante de Bretaña, que representa en el tímpano una preciosa "Natividad"
Puerta de Campanillas, realizada en estilo gótico en la primera mitad del siglo XVI. La decoración escultórica es obra de Miguel Perrin, que introduce el lenguaje renacentista, como puede verse en la "Entrada en Jerusalén" que representa en el tímpano
Puerta de Palos de la Catedral, de la primera mitad del siglo XVI. La decoración escultórica es del francés Miguel Perrin, que representa en el tímpano la "Adoración de los Reyes Magos"
Puerta del Perdón. Se trata de una entrada de origen musulmán, muy reformada durante el Renacimiento, con decoración escultórica en barro cocido de Miguel Perrin
Detalle de la Portada de la Asunción, con las esculturas de san Simón y san Bartolomé. Son obras de Ricardo Bellver de hacia 1889
Puerta de San Cristóbal o del Príncipe, en la fachada sur de la Catedral. Fue realizada a finales del siglo XIX en estilo neogótico. Resalta por su color blanco, ya que está realizada en una piedra caliza procedente de Monóvar (Alicante), a diferencia de la caliza de la sierra de San Cristóbal (Cádiz) en la que está realizada el resto de la Catedral
Nave central de la Catedral vista desde la Puerta de la Asunción
Vista del crucero de la catedral desde la puerta de San Cristóbal. Al fondo, el altar de plata
Retablo mayor, concebido por Pieter Dancart a finales del siglo XV. Está considerado el mayor retablo de la Cristiandad
Capilla del Bautismo, con el enorme lienzo de San Antonio, obra de Murillo. Del mismo autor, es el magnifico "Bautismo de Cristo" del ático del retablo
Sacristía de los Cálices, con el lienzo de las Santas Justa y Rufina, realizado por Goya en 1817
Cristo de la Clemencia, obra maestra de Juan Martínez Montañés de 1603. Está considerado uno de los mejores crucificados del Barroco español
Sepulcro del Cardenal Cervantes, obra maestra de Mercadante de Bretaña en 1453. Se trata de una de las primeras manifestaciones del lenguaje renacentista en Sevilla
Sepulcro de Cristóbal Colón, realizado por Arturo Mérida a finales del siglo XIX. Alberga los restos del Almirante desde 1902
Imagen de la Virgen de la Antigua, imagen gótica del siglo XIV, muy vinculada con la navegación a América
Vista de la Giralda desde el Patio de los Naranjos, antiguo patio de abluciones de la mezquita que precedió a la Catedral
Estamos ante una casa palacio del siglo XVI, de la que no conocemos documentalmente su origen. Sin embargo, está claro que ha sido objeto de sucesivas reformas a lo largo de los siglos posteriores, principalmente en el XVII y en el XIX, tal y como queda reflejado en la inscripción del dintel sobre la puerta principal: 1560, 1654 y 1856.
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La fachada principal ha conservado una hermosa portada renacentista del siglo XVI, enmarcada por columnas jónicas con decoración vegetal en los fustes. Sostienen un dintel sobre el que aparecen una serie de ménsulas que sostienen a su vez el balcón central.
En el interior, se reproduce fielmente el modelo de casa sevillana, con las estancias repartidas en torno a un patio porticado en sus cuatro lados. En el piso de abajo los arcos son de medio punto y asientan sobre columnas de mármol con capiteles de moñas o castañuelas. Los arcos tienen la clásica decoración plateresca sevillana, con vegetación y ‘candelieri’. Entre ellos, una serie de pilastras sostienen un friso corrido, todo con el mismo motivo decorativo.
El gran edificio renacentista que conocemos hoy como Archivo de Indias fue originalmente concebido como Lonja de Mercaderes, para albergar y organizar parte de la actividad comercial llegada a la ciudad durante el siglo XVI. Hasta su construcción, los mercaderes utilizaban los espacios alrededor de la Catedral como mercado, especialmente la zona conocida como ‘las gradas’, hacia la calle Alemanes. El Cabildo de la Catedral estaba molesto con esa situación y solicitaron del rey una solución.
Felipe II atendería la petición y encargaría a Juan de Herrera, el famoso arquitecto del Escorial, el diseño del nuevo edificio en 1572. Las obras se iniciaron en 1584 dirigidas por Juan de Minjares siguiendo los planos de Herrera. Parece que el edificio estaba listo para su uso en 1598, aunque hay constancia de que las obras siguieron durante el siglo XVII.
Al trasladarse el centro del comercio a Cádiz, en el siglo XVIII, fue cuando el edificio se readaptó para albergar toda la documentación generada por la Casa de Contratación. A raíz de esta nueva circunstancia se acometerían nuevas obras en el inmueble con el fin de adaptarlo al nuevo uso. Sería entonces, por ejemplo, cuando se construyó la monumental escalera principal de acceso a la planta superior.
Alberga toda la documentación relativa a la administración española de los territorios americanos. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987, junto con la Catedral y el Alcázar, por los grandes valores históricos y artísticos del conjunto.
El edificio es una magnífica muestra el Renacimiento en la ciudad, con un aire más sobrio e italianizante de lo que es habitual aquí. Presenta planta cuadrada, con dos pisos de altura, articulados en torno a un monumental patio central, porticado con columnas dóricas, muy similar al patio de los Evangelistas en El Escorial.
En la fachada se introdujo una bicromía entre los paneles de ladrillo rojizo y las pilastras de piedra claras. Ese juego de dos colores tuvo un enorme éxito en Sevilla y lo veremos reproducido en numerosos edificios de la ciudad durante los siglos posteriores.
En el interior, las naves en torno al patio se cubren con bóvedas vaídas, con casetones y decoración vegetal. Prácticamente la totalidad de los muros están cubiertas por estanterías de magnífica calidad, hechas con maderas de caoba y cedro macho traídas expresamente desde Cuba. Estas estanterías se añadieron en el siglo XVIII, al trasformarse la antigua Lonja en Archivo.
Fue entonces también cuando Lucas Cintora diseñó la monumental escalera tras el acceso principal desde la avenida de la Constitución. Está cubierta de jaspes rojos y negro grisáceo y sobre ella se alza una bóveda esquifada con una linterna central que le aporta luminosidad.
El Archivo contiene documentos de incalculable valor. Manuscritos de personajes como Cristóbal Colón, Hernán Cortés, Miguel de Cervantes, Felipe II, Felipe IV o el propio George Washington, primer presidente de Estados Unidos. Además, reune una magnífica colección de grabados, dibujos y mapas, auténticas joyas para el estudio de la historia de América hasta el siglo XIX.
La 'Cruz de los Juramentos', frente a la fachada norte del Archivo de Indias - The 'Cross of the Oaths', in front of the north façade of the Archivo de Indias
Vista del Archivo de Indias desde la Plaza del Triunfo - View of the Archivo de Indias from the Plaza del Triunfo
Escalera principal del Archivo de Indias - Main staircase of the Archivo de Indias
Este enorme inmueble, que hoy ocupa el Conservatorio Superior de Música y la Escuela Superior de Arte Dramático, fue originalmente un convento carmelita fundado en 1358 y conocido como Casa Grande del Carmen. En el siglo XIX pasó a servir como cuartel y permaneció con ese uso hasta fechas relativamente recientes. Esto hace que su arquitectura sea compleja y difícil de analizar, con dos momentos constructivos principales: el siglo XVI y XVII, cuando se configuró como convento, y el siglo XIX, cuando se transformó en cuartel.
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Del antiguo convento queda la iglesia, de planta rectangular y con una cúpula sobre el presbiterio, aunque también quedó muy modificada en el siglo XIX. También se ha conservado la torre, datada en el siglo XVII, aunque desmochada.
El claustro principal es original, de la transición del siglo XVI al XVII, de estilo tardo-renacentista o manierista. Se halla porticado en su planta inferior, con arcos de medio punto que asientan sobre pilares, decorados con pilastras toscanas. En la planta superior, la moldura de los ventanales se remata con un frontón partido de clara tradición manierista.
La fachada principal constituye la aportación artística más importante de la reforma decimonónica. Tiene un marcado carácter neoclásico, con una portada central diseñada según los modelos academicistas imperantes en la época, que determinan el remate del conjunto por un entablamento clásico con su característico frontón triangular.
Esta casa palacio de la calle Zaragoza es conocida como Casa de Santa Teresa porque en ella se asentó la primera fundación de carmelitas descalzas en la ciudad, de la mano de seis religiosas que acompañaron a Sevilla a la propia Santa Teresa. Su hermano, Lorenzo de Cepeda, compró la casa para ellas en 1576 y se ha conservado una carta de Santa Teresa al clérigo García Álvarez en la que la describe con grandes elogios:
'Dice el teniente que no hay mejor casa en Sevilla ni mejor puesto. Paréceme no se ha de sentir el calor en ella. Ahora todos están en el patio, que en una sala se dice misa hasta hacer la iglesia, y ven toda la casa, que en el patio de más adentro hay buenos aposentos. El huerto es muy gracioso, las vistas extremadas'.
Allí estarían las carmelitas unos diez años hasta que se trasladaron a un nuevo convento en el Barrio de Santa Cruz, el convento de San José o de las Teresas, que sigue activo como convento carmelita en la actualidad.
La casa original sufrió importantes modificaciones en 1882, cuando fue sometida a una profunda reforma para adaptarla al gusto imperante en la época. En 1924 fue comprada por Armando de Soto, que quiso devolverla en lo posible al aspecto original del siglo XVI, época en la que fue habitada por Santa Teresa. La reforma fue encargada al gran arquitecto del regionalismo sevillano Vicente Traver, que restituyó la fachada al aspecto original a partir de un dibujo que el cardenal Lluch, arzobispo de Sevilla, mandó hacer antes de la reforma de 1882. El arquitecto recuperó también en el interior todos los elementos que pudo de la casa primigenia.
En su interior, se reproduce el esquema tradicional de la casa palacio sevillana, con un zaguán tras la entrada a través del que se accede a un patio porticado en torno al que se distribuye la vivienda. La escalera de acceso a las plantas superiores se ubica en uno de los ángulos del patio, siguiendo también en esto la tradición de las casas sevillanas.
La Casa de Salinas es un ejemplo del tipo de casa palacio sevillana del siglo XVI, caracterizado por sintetizar las aportaciones del Renacimiento con la tradición gótico mudéjar de la ciudad. Fue mandada construir por Baltasar de Jaén y Roelas a partir de 1577.
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Durante el siglo XIX, la Casa pasó por diversos usos. Según su web, llegó incluso a albergar una logia masónica, 'que cuando se fue dejó una extensa estela de rumores sobre prácticas de muerte y cadáveres enterrados en la casa y nadie quería vivir en ella. De estos rumores se pasó al convencimiento de que los masones habían dejado un tesoro escondido. El rumor fue tan fuerte que se pusieron a agujerear toda la casa. La búsqueda terminó cuando equivocadamente pincharon en una fosa séptica con desagradables consecuencias para todos los que estaban cavando en ese momento'.
A finales del siglo XIX la vivienda sería adquirida por Eduardo Ybarra, que acometería una profunda reforma a la que debemos en parte el aspecto actual. Se enriquecería con elementos como la azulejería de la Casa Mensaque de Triana, un mosaico de Baco proveniente de Itálica y datado en el siglo II, una escultura marmórea de la Virgen de los Remedios proveniente del antiguo Convento de los Remedios y una serie de vidrieras de la fábrica de Pickman para el comedor superior y el patio principal.
En 1930 la vivienda sería adquirida por Manuel Salinas de Malagamba y sería entoces cuando tomaría el apelativo actual de Casa de Salinas.
Arquitectónicamente, la casa se articula en torno a un patio de doble galería, con arcos de medio punto en la planta baja y carpaneles en la alta. Asientan sobre columnas de mármol y están enriquecidos con una profusa decoración 'a candelieri', muy característica del plateresco.
En la actualidad, la Casa de Salinas es de propiedad privada pero está abierta a la visita cultural y también se puede alquilar para la celebración de eventos.
La Casa de Pilatos es uno de los ejemplos más destacados de arquitectura civil del siglo XVI en Andalucía, constituyendo una hermosa síntesis del arte renacentista italiano y el estilo mudéjar sevillano.
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Su construcción se inició a finales del siglo XV por parte del Adelantado Mayor de Andalucía Pedro Enríquez y de su esposa, Catalina de Ribera, aunque el grueso de su obra se acometió en tiempos del hijo de ambos, Fadrique Enríquez de Ribera, primer marqués de Tarifa.
Este llevó a cabo una peregrinación a Tierra Santa en 1518, recorriendo gran parte de Italia tanto a su ida como a a su vuelta, hecho que marcaría en gran medida la fisonomía del palacio. Pudo admirar grandes obras del renacimiento italiano en ciudades como Venecia, Milán, Roma o Génova. En esta última ciudad encargaría al escultor Antonio María Aprile, la magnífica portada que constituye el acceso principal a su palacio. Está realizada en mármol blanco y reproduce la forma de un arco triunfal romano, con pilastras de orden corintio enmarcando un arco de medio punto. En las enjutas se sitúan dos medallones clásicos con las efigies de Julio César y Trajano, ambos muy vinculados a la ciudad. En el friso, entre los escudos de la familia, aparece una gran inscripción con caracteres de metal insertos en mármol, alusiva a la construcción del palacio y de esta portada.
La fachada está rematada por una crestería de estilo gótico, que al parecer procede de un palacio anterior que la familia poseía en Bornos. En la parte central de esta balaustrada, se disponen tres pilares, cada uno de ellos con una cruz de Jerusalén y la inscripción “4 DÍAS DE AGOSTO DE 1519. ENTRÓ EN HIERUSALEM”, alusiva a la peregrinación de don Fadrique a Tierra Santa.
De esta peregrinación, que al parecer marcó profundamente al marqués de Tarifa, proviene con toda probabilidad el nombre de Casa de Pilatos con el que el palacio es conocido generalmente. Durante mucho tiempo existió la leyenda que el marqués había reproducido en su vivienda las trazas del palacio del pretorio romano Poncio Pilatos en Jerusalén y que de ahí vendría el nombre. De hecho, al pórtico que da hacia el exterior en el primer piso junto a esta fachada se lo menciona a veces como el balcón del “Ecce Homo”, ya que supuestamente reproduciría el espacio donde Jesús fue mostrado al pueblo en el célebre pasaje bíblico.
El más mínimo análisis formal y estilístico del palacio deja claro que esta teoría no es más que una leyenda. Lo que sí parece más probable es la relación del nombre popular del palacio con el famoso Vía Crucis que parte desde él y que llega hasta el templete de la Cruz del Campo, que todavía se conserva en la actual calle Luis Montoto.
Según la tradición, el marqués de Tarifa, en su peregrinación a Jerusalén, habría medido la distancia exacta que iba desde el palacio del pretorio donde fue juzgado Jesús hasta el monte del Calvario donde fue crucificado. Esta distancia coincidiría con la que hay entre la fachada del palacio y el mencionado templete.
A esta circunstancia hace alusión la hornacina con una cruz que se encuentra a la izquierda de la portada principal, realizada ya en el siglo XVII con vistosos mármoles de distintos colores. Esta cruz marcaría la primera estación del citado vía crucis, tal y como puede leerse en las inscripciones que aparecen a los lados.
En el interior, el espacio del palacio se articula alrededor de una serie de patios y jardines, generando una planta muy compleja.
La peculiar diversidad estilística de este espacio que reúne armónicamente elementos góticos, mudéjares, renacentistas y románticos, es producto de sucesivas intervenciones sobre un patio rectangular, con eje en la capilla y porticado únicamente en sus lados cortos, construido a fines del s. XV por Pedro Enríquez y Catalina de Ribera. Su hijo Fadrique, el peregrino a Jerusalén, inició su transformación renacentista: amplió sus dimensiones haciéndolo cuadriforme, abrió galerías en sus cuatro costados, sustituyó los pilares de ladrillo por columnas genovesas y colocó en su centro la fuente marmórea adquirida también en Génova. A Fadrique, le hereda, en 1539, su sobrino Per Afán, quien además de enriquecer sus esquinas con las cuatro piezas principales de su colección escultórica (véase nº 4), dispuso en su derredor una galería de bustos de personajes de la Antigüedad que, a modo de espejo histórico, reforzase la idea de continuidad entre la fundación de Roma y el nuevo imperio de Carlos V. Ya en el s. XIX, se introducen novedades al gusto romántico, como la apertura de un acceso en su centro, la sustitución del suelo de barro por mármol y la colocación de nuevos ajimeces pseudo-nazaritas.
El elemento central y más emblemático del palacio es el patio central. Tiene un marcado aire renacentista, a pesar de la profusa decoración mudéjar y de la presencia también de elementos góticos. Esto se debe a la profusa utilización del mármol en columnas y solerías, y a la espléndida colección de piezas romanas que se exhiben en el patio. Por ejemplo, en cada una de las esquinas se sitúan cuatro esculturas femeninas romanas, todas ellas originales de los siglos I y II. Representan a Pallas Pacifera, a Pallas como guerrera, a Copa Syrisca y a Faustina la Menor divinizada como Fortuna. En el centro del patio, una fuente de mármol con un busto de Jano Bifronte, original también del siglo I. Además, los muros del patio están recorridos por una serie de hornacinas en las que se expone una magnífica colección de bustos de emperadores originales, una de las mejores colecciones privadas que existen de esta materia.
Estas obras son solo una parte de la magnífica colección escultórica que puede admirarse en la visita al palacio. El núcleo principal del conjunto fue conformado por Per Afán de Ribera, I Duque de Alcalá, principalmente con obras provenientes del virreinato de Nápoles, donde llegó incluso a financiar excavaciones. Las piezas se hayan expuestas por varias de las estancias del palacio y muchas de ellas junto al llamado Jardín Chico, uno de los dos preciosos espacios ajardinados que flanquean el palacio.
Las estancias interiores adoptan en general nombres relacionados con la mencionada identificación del palacio con la casa de Pilatos. De esta forma, tenemos el Salón del Pretorio, la Capilla de la Flagelación o el Gabinete de Pilatos.
El Salón del Pretorio, entre el patio principal y el Jardín Chico, conserva todos sus elementos originales del siglo XVI, incluyendo el magnífico artesonado de madera y la cubrición de azulejos de cuenca y arista de los muros.
La Capilla de la Flagelación, situada en un lado del patio principal, se considera la estancia más antigua del palacio, construida en un estilo gótico mudéjar. En su centro se ubica una columna, que la tradición identifica con la utilizada en la flagelación de Jesús y de ahí el nombre de la capilla. Sobre el altar se expone una escultura paleocristiana del siglo IV que representa a Jesús como el Buen Pastor. Quizás sea esta la imagen de Jesús más antigua de entre las que se pueden ver en Sevilla.
El Gabinete de Pilatos, situado bajo el torreón, cuenta con una planta cuadrada y una fuente octogonal en su centro, elementos que lo relacionan con las 'qubbas' de la arquitectura mudéjar. Está cubierta por un imponente artesonado adintelado de madera. Está hecho de lacería 'a calle y cuerda' compuesto por ruedas de diez lados que tienen como centro una estrella de diez puntas, formando una composición que alude simbólicamente a la bóveda celeste.
Por su parte, la planta alta fue mandada construir por Fadrique Enríquez de Ribera en el siglo XVI y se decoró con una serie de personajes ilustres de la Antigüedad y con una composición alegórica sobre el Triunfo de las Cuatro Estaciones. Con posterioridad, Francisco Pacheco, suegro de Velázquez, pintó los techos con una serie de temas mitológicos. En la actualidad, se exhiben en estos espacios una serie de piezas de la colección Medinaceli, que incluyen no solo mobiliario y tapices, sino también pinturas de autores de la talla de Goya, Lucas Jordán o Carreño Miranda.