Hay enclaves de la ciudad de Sevilla que permiten recrear un determinado momento histórico acaecido en nuestro pasado. Uno de estos sitios es la Portada del lado del Evangelio de la iglesia de Santa Ana, la llamada “catedral de Triana”. En ella podemos observar la mixtura entre unas formas góticas y cristianas, con unas técnicas y materiales propias del arte musulmán precedente. Nos habla por lo tanto de un momento histórico en el que no había transcurrido demasiado desde la conquista cristiana de la ciudad en 1248, cuando los nuevos templos se levantaban de acuerdo con el espíritu y las formas del gótico, pero adaptándose y enriqueciéndose con el saber constructivo de la mano de obra musulmana o de origen musulmán con la que contaban.
La construcción de la iglesia de Santa Ana se inició en 1266 y se prolongó inicialmente durante más de un siglo, aunque posteriormente ha sido reformada y ampliada con capillas en numerosas ocasiones hasta el siglo XVIII, cuando se acaba de configurar lo esencial de su imagen actual. Fue fruto de la decisión de Alfonso X, hijo y heredero del conquistador de la ciudad, Fernando III. El rey sabio padecía de una desagradable enfermedad ocular, que le hizo prometer a la Virgen un templo a su madre si sanaba de su mal. El rey se curó y en cumplimiento de lo prometido mandó levantar este magnífico templo en Triana. Hay que decir que así se solucionaba también un problema que venía padeciendo el barrio, ya que la única parroquia con la que contaba era una capilla situada en el interior del castillo de San Jorge, que ya era claramente insuficiente ante el crecimiento demográfico.
Lo cierto es que en Triana se levantó un monumental templo en estilo gótico mudéjar, una de las cumbres de este estilo en Andalucía. Estuvo originalmente fortificada, debido a que se hallaba extramuros de la ciudad, y los antepechos de almenas todavía son visibles sobre algunos de sus muros. Tiene una planta con tres naves, siendo la central más alta y ancha que las laterales. Los pilares que separan las naves sostienen bóvedas de crucería en piedra, lo que supone una muestra de la monumentalidad con la que se quiso dotar al edificio, ya que es propio de las construcciones gótico mudéjares que se cubran en su mayor parte con madera y se reserve la piedra para el presbiterio.
A ambos lados se abren capillas laterales, levantadas entre los siglos XVI y XVIII, y también se cierran con capillas las cabeceras de cada una de las naves: la capilla de la Madre de Dios en la nave del evangelio, la del Calvario en la nave de la epístola y el altar mayor en la nave central. El retablo mayor es una obra excepcional del renacimiento sevillano, con un magnífico conjunto pictórico de Pedro de Campaña que muestra diversas escenas de la vida de la Virgen, reservando el espacio central para el pasaje de San Jorge y el dragón, en recuerdo de la primitiva parroquia de Triana.
Al exterior, la portada del lado del Evangelio es la única que ha llegado hasta nosotros del primer edificio gótico, ya que tanto la portada principal como la de la epístola fueron reformadas por completo con posterioridad. Sus rasgos estilísticos nos permiten ubicarla en la primera mitad del siglo XIV. Es una portada abocinada, con la forma de arco ojival o apuntado tan característica del gótico, pero con las arquivoltas bastante rebajadas. La decoración es más bien escasa. Aparecen decorados con motivos vegetales los capiteles de las jambas y las arquivoltas más exteriores, una con motivos geométricos dispuestos en forma de dientes de sierra y la otra en forma de puntas de diamante. El arco se enmarca por un gablete en cuyo vértice aparece un sencillo doselete gótico, destinado con toda probabilidad a cubrir una imagen hoy desaparecida, probablemente de Dios Padre, tal y como podemos ver en iglesias coetáneas y posteriores, como Santa Marina o San Marcos.
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El gablete se enmarca a su vez por un espacio con decoración del siglo XVIII que tiene en su centro el escudo de León y Castilla. Rematando el conjunto, un grupo de dieciséis canecillos con cabezas de león soportan una cornisa. Los leones no solo eran símbolo del reino castellano leonés al que se había incorporado Sevilla de manera reciente. También aparecen de manera profusa en la iconografía cristiana, muchas veces como un trasfondo del propio Jesucristo, identificado con el león de Judá mencionado en el Génesis.
Pero el león era también un símbolo muy importante del poder real. El primer rey en hacer uso de él como símbolo de la corona fue Alfonso VII, que fue coronado en León como Imperator totius Hispaniae, reclamando para sí la supremacía sobre el resto de reinos peninsulares. Parece que Alfonso X compartía con su predecesor el anhelo de esser emperador d’Espanya, tal y como nos cuenta su contemporáneo Ramón Muntaner. Así lo recoge Manuel González Jiménez en su artículo de 2004, “Alfonso X, emperador de España”. Es por ello que el rey Sabio no dudó en hacer un uso profuso del león como símbolo de la realeza y en su obra “General Estoria” recoge numerosos pasajes en los que hace referencia a las numerosas virtudes atribuidas a este animal.
Por lo tanto, vemos que la portada es una expresión clara de la nueva situación creada a partir de la entonces reciente conquista castellana de la ciudad. Al igual que en el resto del edificio, las formas son claramente góticas, el estilo imperante en la época en los reinos cristianos europeos. Además, las zonas principales, como esta portada, se construyen en piedra, siguiendo también los modelos europeos. Sin embargo, en los muros a ambos lados de la portada podemos ver como el cuerpo del edificio está hecho en ladrillo, utilizando la técnica más habitual en Sevilla desde antes de que llegaran los cristianos.
Esta conjunción del espíritu y las formas del gótico, con las técnicas y materiales propios del arte islámico es la base principal de lo que conocemos como arte mudéjar. En el caso de Santa Ana lo más probable es que los encargados de dirigir su construcción fueran los canteros castellanos llegados con las tropas que conquistaron la ciudad. Era común que estos constructores acompañaran a los ejércitos, sobre todo para encargarse de reparar o levantar fortificaciones a medida que se iba avanzando. Sin embargo, no serían muchos y una iglesia tan monumental necesitó con toda seguridad de la mano de obra que habría quedado a la ciudad, valiéndose además de la sabiduría constructiva de los alarifes musulmanes, sobre todo en los trabajos con ladrillo.
Se ha señalado con frecuencia que esta Real Parroquia de Santa Ana es la iglesia de nueva planta más antigua de Sevilla. En realidad cronológicamente se sitúan junto a ella en la segunda mitad del siglo XIII las llamadas iglesias del "primitivo tipo parroquial sevillano", es decir, Santa Marina, San Julián y Santa Lucía. Sí que está claro que este grupo de iglesias son junto con Santa Ana las más antiguas de la ciudad.
Sea la primera o no, en esta portada podemos ver un modelo que se repite de manera muy similar no solo en las iglesias coetáneas que hemos mencionado, sino también en otras ya del siglo XIV como Omnium Sanctorum o San Marcos. Las similitudes son especialmente notables en la portada del lado de la epístola de la iglesia de San Isidoro, lo que ha llevado a plantear incluso que estuviera construida por los mismos maestros que Santa Ana y en unas fechas muy similares.
En resumen, se trata de uno de los primeros ejemplos de un estilo artístico como el gótico mudéjar que llegó a ser predominante en la Sevilla medieval. Dan testimonio de un determinado momento histórico en el que se fusionan las formas y simbología cristiana, con el saber constructivo de un sustrato poblacional musulmán que trata de adaptarse a los nuevos tiempos manteniendo sus trabajos y vías de sustento.
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