IGLESIA DE SAN BUENAVENTURA

La iglesia de San Buenaventura es un templo construido en el siglo XVII como parte del desaparecido Colegio de San Buenaventura y actualmente es la iglesia de la Fraternidad Franciscana que tiene anexa en su lado oeste. 

CC BY-SA 4.0

Este artículo es un extracto de la amplia descripción del templo realizada para la página web de la Hermandad de la Soledad de San Buenaventura.

Está constatado documentalmente que las obras del templo actual se iniciaron en 1622, siguiendo el proyecto del arquitecto Diego López Bueno. Sin embargo, la iglesia experimentaría numerosas modificaciones a lo largo de su historia, sobre todo durante el tumultuoso siglo XIX. Tal y como ha llegado hasta nosotros, presenta una planta rectangular, con una gran nave central y otra nave, de mucha menor altura y anchura, en el lado de la epístola. 

El exterior es muy sencillo, sin apenas decoración. La entrada se halla enmarcada por una serie de franjas en hueco relieve, probablemente concebidas inicialmente como soporte para una portada pétrea que nunca llegó a construirse. Sobre la cornisa de la fachada principal se ubica un espacio abuhardillado, a modo de espadaña, rematada por un frontón curvo. 

El hermoso retablo cerámico de la Virgen de la Soledad ubicado a la derecha de la entrada es prácticamente el único elemento decorativo en el exterior del templo. Fue colocado en 1952 y es una obra del pintor, ceramista y escultor Enrique Orce Mármol, constituyendo uno de los ejemplos más hermosos dentro de este arte, destacando por su magnífica moldura, esculpida por el mismo autor.

En el interior, nos encontramos con una amplia nave principal, cubierta por una bóveda de cañón con lunetos, reforzada por cinco arcos fajones de medio punto. Estos descansan sobre cornisas muy marcadas, que se asientan a su vez en unas robustas pilastras clásicas que recorren los muros de esta nave central. Entre ellas, se ubican una serie de arcos de medio punto que albergan cinco altares en el lado del evangelio y que comunican con la nave menor en el lado de la epístola. 

La zona del presbiterio presenta un leve ensanche a modo de crucero y se cubre por una cúpula semiesférica sobre pechinas, con 24 metros en su punto más alto y solo visible desde el interior. En el otro extremo, sobre la entrada del templo, se alza un amplio y luminoso coro alto, sustentado sobre arcos rebajados de gran anchura.

Esta nave ha conservado su rica decoración original a base de yeserías y frescos, ideada por Francisco Herrera el Viejo. El conjunto fue llevado a cabo entre 1626 y 1627, constituyendo uno de los mejores ejemplos de decoración interior del barroco sevillano. Las yeserías fueron ejecutadas por los maestros alarifes Juan Bernardo de Velasco y Juan de Segarra, que materializaron los diseños de Herrera a base de motivos vegetales y geométricos, intercalados por cabezas de querubines, cartelas y guirnaldas de flores y frutas. Estos relieves se enriquecieron parcialmente con trazos de pintura dorada, que contribuyen a enriquecer y hacer más vistoso el interior del templo.

El propio Herrera el Viejo ejecutó las pinturas al fresco que, aunque muy deterioradas, han llegado hasta nuestros días. En la cúpula, en torno a un medallón central con una representación en relieve del Espíritu Santo, dispuso a los principales santos de la orden franciscana: San Buenaventura, San Antonio de Padua, San Juan de Capistrano, San Luis de Tolosa, San Pedro de Alcántara, San Jacobo de la Marca, San Bernardino de Siena y el propio San Francisco de Asís. En las pechinas que sustentan la cúpula, Herrera dispone cuatro cartelas con los escudos de los Mañara, familia que ejerció un importante patronazgo para la construcción de la iglesia.

En el centro de cada uno de los cinco tramos en los que se divide la bóveda que cubre la nave principal, podemos ver óvalos con motivos alegóricos que hacen alusión al camino hacia la comunión con Dios propuesto por San Buenaventura en su obra filosófica, basado en una conjunción entre conocimiento y santidad.

A ambos lados de cada uno de estos motivos simbólicos, se ubican una serie de diez retratos de teólogos y filósofos franciscanos, como Alejandro de Sales o Juan Duns Escoto.

El programa iconográfico original lo completaban una serie de ocho lienzos, cuatro de Herrera el Viejo y cuatro de Zurbarán, alusivos a la vida de San Buenaventura y ubicados originalmente sobre los arcos laterales de esta nave principal. Fueron expoliados por los franceses durante la invasión napoleónica y hoy se encuentran dispersos por varios museos del mundo. Los lienzos que podemos ver hoy en su lugar son obras de varios autores, de los siglos XVIII y XIX. Representan en general escenas relacionadas con la orden franciscana y, al igual que las pinturas al fresco, se encuentran en un estado de conservación bastante mejorable.

El retablo principal que preside hoy la iglesia no es el original, que fue destruido también durante la invasión francesa. El que podemos ver hoy es un magnífico retablo barroco del último tercio del siglo XVIII, proveniente del convento de San Francisco de Osuna. Fue traído aquí a mediados del siglo XX y hubo de ser adaptado a su nuevo emplazamiento, más reducido que el original, dándole un cierto aire cóncavo al conjunto.

Destaca por su predominio de las líneas curvas y por la profusión de esculturas de ángeles y santos, que llegan a sustituir a las columnas como elementos arquitectónicos para articular el retablo. Vemos, por ejemplo, a San Roque, San Pascual Bailón, San Miguel, además de otros santos vinculados a la orden, como los propios San Buenaventura y San Francisco.

En el centro de la base se ubica un gran templete manifestador en plata, enmarcado por las figuras de San Juan Nepomuceno y San Lorenzo. En la hornacina central se venera una imagen de la Inmaculada conocida como La Sevillana, una valiosa obra de Juan de Mesa proveniente de la desaparecida iglesia conventual de San Francisco en Sevilla. En el ático, podemos ver altorrelieves con la Asunción y la Coronación de la Virgen. 

Como ya hemos mencionado, en el lado del evangelio, entre las pilastras y encajados en arcos de medio punto, se ubican una serie de cinco retablos, realizados entre los siglos XIX y XX en sustitución de los que ocupaban las capillas originales, destruidos también durante la ocupación francesa.

El primero de ellos, el más cercano al Altar Mayor, acoge la imagen titular de la Hermandad de la Soledad de San Buenaventura, una obra de Gabriel de Astorga de 1851. Tras ella podemos ver la Santa Cruz en el Monte Calvario o Cruz de Caño Quebrado, una valiosa obra en forja del siglo XVII, en torno a la cual se fundó la Hermandad en 1656.

El siguiente retablo alberga una imagen de vestir de la Virgen del Carmen, del siglo XVIII, conocida popularmente como “de la Batata”. Originalmente, esta imagen recibía culto en una pequeña capilla hoy desaparecida que había cerca del Postigo del Aceite. Al parecer, la cofradía que se encargaba de su culto era tan humilde que para obtener ingresos subastaban batatas y otros productos del campo. Ese sería el origen del curioso apelativo de esta imagen.

También del siglo XVIII son el magnífico altorrelieve de la Coronación de la Virgen y la Inmaculada que ocupan dos de los altares restantes. Ambas obras son de una extraordinaria calidad, especialmente la Inmaculada, que ocupó la hornacina central del retablo mayor hasta que fue sustituida por “la Sevillana”. Es una preciosa imagen que algunos autores han ubicado en el círculo del escultor Cayetano de Acosta, aunque por su fisonomía parece más probable el origen italiano que señalan otros relatos.

En cuanto a la pequeña nave del lado de la epístola, muestra unas características arquitectónicas claramente diferenciadas al resto del templo y se encuentra cubierta por bóvedas de arista muy rebajadas. Su aspecto actual corresponde a las reformas acometidas en la iglesia a finales del siglo XIX, coincidiendo con la construcción de la actual sede de la Fraternidad Franciscana de San Buenaventura.

Tradicionalmente se ha afirmado que la iglesia contaba originalmente con tres naves y que en la actualidad le falta la del lado del evangelio, desaparecida con motivo de las reformas acometidas durante el siglo XIX para crear la actual calle Bilbao.

Así lo afirmó Antonio Martínez Ripoll en su obra “La Iglesia del Colegio de San Buenaventura” (1976) y desde entonces se viene recogiendo en diversas publicaciones, incluyendo en la “Guía Artística de Sevilla y su Provincia”, editada por la Diputación.

Sin embargo, un análisis detenido del templo desde el punto de vista formal, combinado con los testimonios documentales con los que contamos desde el mismo siglo XVII, nos permite afirmar que la iglesia original contó con una sola gran nave con capillas laterales, fisonomía muy frecuente en las iglesias conventuales durante el Barroco. 

Sería ya a finales del siglo XIX, al volver la comunidad franciscana a hacerse cargo del templo, cuando se construiría la pequeña nave del lado de la epístola que ha llegado hasta nuestros días.

En ella se sitúa, en el primer tramo junto a la entrada, el Santísimo Cristo de la Salvación, cotitular de la Hermandad de la Soledad de San Buenaventura. Es una imagen de Manuel Cerquera Becerra de 1935 que bebe claramente de la tradición y el estilo de los magistrales crucificados del Barroco sevillano.

En el otro extremo de la nave, en la cabecera del templo, se ubica la actual capilla sacramental. Cuenta con dos retablos de estilo neoclásico fechables en el siglo XIX, a los que María José del Castillo atribuye una posible autoría de José Fernández. En el central se venera una Virgen de Guadalupe realizada por Juan Abascal Fuentes en 1960, réplica de la patrona de Extremadura y titular de su propia hermandad, también con sede en esta iglesia. La flanquean una imagen anónima de San José del siglo XVIII y un San Francisco del siglo XVII, que Matilde Fernández Rojas identifica como proveniente de la desaparecida iglesia conventual de San Francisco, donde recibiría culto en uno de los altares laterales que se ubicaban en la base del arco toral que enmarcaba el presbiterio.

El retablo lateral de esta capilla se halla presidido por una hermosa talla barroca de la Virgen del Patrocinio, datada en el siglo XVII y proveniente también del desaparecido convento de San Francisco. 

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