IGLESIA DE SAN NICOLÁS DE BARI

El actual templo de San Nicolás de Bari se levantó en el siglo XVIII en el lugar que ocupaba una iglesia anterior del siglo XVI, que a su vez sustituyó a una anterior medieval. La iglesia se ubica junto a lo que fue una de las entradas a la judería durante los siglos XIII y XIV. Se trata de un emplazamiento vinculado a numerosas tradiciones sin confirmación arqueológica. Se cuenta, por ejemplo, que en este mismo lugar se ubicó ya una iglesia visigoda y que incluso pudo pervivir como templo mozárabe durante el período islámico.

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En cualquier caso, sabemos que la iglesia actual fue bendecida en 1758 y que buena parte de sus obras fueron costeadas por un mecenas del barrio, Juan de Castañeda.

Se trata de un templo de cinco naves, el único que encontramos en Sevilla con esta distribución con la excepción de la catedral. 

Al exterior, cuenta con dos accesos. El principal, a los pies, está enmarcado por una sencilla portada en un estilo barroco de aire muy clásico. Dos pilastras de estilo toscano sostienen un frontón partido, en cuyo centro se ubica una hornacina con la imagen de San Nicolás , titular del templo. A ambos lados, los retablos cerámicos de los titulares de la Hermandad de la Candelaria son prácticamente los únicos motivos decorativos de la fachada.

En cuanto a la portada lateral, en el lado izquierdo, presente características muy similares a la principal pero a menor escala. En este caso, en la hornacina central podemos contemplar una imagen pétrea de la Virgen del Subterráneo, que se venera en el interior de la iglesia.

En el interior, las cinco naves se separan por arcos de medio punto que descansan sobre 18 columnas de mármol rojizo de origen genovés. Las naves se cubren con bóvedas de medio punto con arcos fajones y a los pies de la iglesia se ubica un coro alto, que conserva la sillería y dos órganos originales del siglo XVIII. 

El retablo mayor es de estilo barroco, de mediados del siglo XVIII, atribuido a Felipe Fernández del Castillo. En él se venera, sobre el manifestador, la Virgen del Subterráneo. Se trata de una pequeña talla de autor anónimo y datada en el siglo XV, aunque reformada en diversas ocasiones, como durante el siglo XVIII, cuando se le añadieron la corona y la ráfaga de plata.

La tradición cuenta que esta imagen se encontró en una cueva bajo la iglesia al realizarse obras en ella hacia 1492. De esta circunstancia provendría su advocación como Virgen del Subterráneo. Comparte este apelativo con la Dolorosa de la Hermandad de la Cena, actualmente en la iglesia de los Terceros, ya que al parecer esta hermandad tuvo sede en esta parroquia durante el siglo XVI.

Siguiendo con el retablo mayor, en la hornacina central se ubica la imagen de San Nicolás de Bari, titular del templo, con San Pedro y San Pablo en las calles laterales. En el ático se abre otra hornacina, menor que la principal, con un Cristo en la Cruz. Remata el conjunto una gran corona real sobre un telón encolado, un elemento utilizado en el barroco tardío enfatizando la teatralidad. Las pinturas murales en el presbiterio son originales del XVIII y reproducen escenas de la vida del San Nicolás.

En el lado izquierdo de la iglesia se abre la Capilla Sacramental, que en un retablo neobarroco del siglo XX alberga las imágenes titulares de la Hermandad de la Candelaria. En el centro, nuestro Padre Jesús de la Salud, una obra de talla completa y tamaño algo menor al natural, atribuida a Francisco de Ocampo hacia 1615. A su derecha, la Virgen de la Candelaria, una imagen de vestir realizada por Manuel Galiano Delgado en 1924 y remodelada en 1967 por Antonio Dubé de Luque. A la izquierda, se ubica un San Juan de José Ruíz Escamilla de 1926.

En los muros de la Capilla se ubican algunos lienzos interesantes, como el que representa a la Virgen de Guadalupe, obra del pintor mexicano Juan Correa de 1704, o el de "San Carlos Borromeo dando la comunión a los apestados de Milán", obra de Juan de Espinal de 1750.

Volviendo a la nave, podemos observar como la práctica totalidad de los muros de la iglesia se halla cubierta por una serie de retablos, en su mayoría barrocos del siglo XVIII, que dan al templo una atmósfera de gran monumentalidad y exhuberancia decorativa. 

En la cabecera de las naves de la izquierda se sitúan dos retablos del siglo XVIII dedicados a la Virgen del Patrocinio y a la Virgen de los Dolores o "del Camino", imagen que probablemente proviene de la antigua cofradía del "Ecce Homo", desaparecida en el siglo XVIII.

Al otro lado del presbiterio, en la cabecera de las naves de la derecha, se sitúan dos retablos datados también a mediados del XVIII. El primero de ellos está dedicado a San José, y lo preside una hermosa talla del santo realizada en 1678 por Francisco Ruiz Gijón, célebre por ser autor del Cristo de la Expiración, el "Cachorro" de Triana. En las pinturas murales junto al retablo encontramos dos pasajes de la vida de San José realizados por Pedro Tortorelo en 1760.

El otro retablo está dedicado a San Carlos Borromeo y en sus muros aledaños se pueden contemplar escenas con la vida del santo, realizadas por Vicente Alanís en 1760. El mismo autor pintó la bóveda con una representación de la Trinidad entre ángeles.

SANTA MARÍA LA BLANCA

La iglesia de Santa María la Blanca, en el barrio de San Bartolomé, es una preciosa joya del barroco sevillano. Se sabe que en este mismo lugar se asentó una mezquita durante el período islámico y algunos autores han señalado que esta mezquita pudo construirse a su vez sobre una iglesia cristiana previa de época visigoda. De este primitivo templo visigodo provendrían las columnas que hoy enmarcan la pequeña portada lateral de la iglesia hace la calle Archeros, aunque esta posibilidad no ha podido ser constatada arqueológicamente.

Lo que sí se sabe con certeza es que la mezquita fue transformada en sinagoga tras la conquista cristiana de la ciudad. Por orden de Alfonso X se constituyó una judería en esta zona de la ciudad, que ocupaba aproximadamente el área de los actuales barrios de Santa Cruz y San Bartolomé. En Santa María Blanca se encontraría una de las tres o cuatro sinagogas principales de la judería.

Durante mucho tiempo se pensó que el templo actual fue levantado por completo en el siglo XVII, sin que se conservara nada de la fábrica anterior. Sin embargo, diversos trabajos arqueológicos y de restauración en el edificio en las últimas décadas han desmentido esta afirmación. Al parecer, aunque la reforma barroca de la que hemos hablado enmascaró por completo cualquier aspecto decorativo del primitivo templo, lo cierto es que la planta de la actual iglesia y la de la sinagoga sobre la que se asienta coinciden en lo esencial. Y al parecer también corresponden a la obra primitiva buena parte de los muros y los arcos de la actual iglesia, aunque intensamente alterados en su estética por la reforma barroca. Así lo explica el arquitecto Óscar Gil Delgado en “Una sinagoga desvelada en Sevilla: estudio arquitectónico” (2011):

“Estas prescripciones implican claramente que no se demolieron los muros de las naves de la iglesia y que, por ese motivo, se encuentran hoy los arcos ciegos mudéjares en la coronación de dichos muros. Sobre las nuevas columnas de «jaspe colorado» no se voltearon nuevos arcos, simplemente se apearon los arcos de la nave central, se retiraron las columnas antiguas, que no tenían relación estilística con la obra nueva, y se colocaron las nuevas. Con toda seguridad los arcos de la nave son los mismos antiguos de la sinagoga «mudéjar», recortados, redondeados y revestidos con molduras de yeso, según el nuevo gusto”.

La sinagoga se transformaría en iglesia cristiana a finales del siglo XIV, tras el violento asalto a la judería de 1391. Sería en esta época cuando se añadiría la portada gótica por la que aún se accede en la actualidad. Sin embargo, la iglesia que ha llegado hasta nosotros responde en su mayor parte al proyecto para su remodelación impulsado por el canónigo Justino de Neve. Las obras se iniciaron en 1662 bajo la dirección de Pedro Sánchez Falconete, que que abordó la remodelación completa de la que resultó el templo barroco que podemos contemplar hoy. 

Se trata de una iglesia de tres naves divididas por diez columnas toscanas que soportan arcos formeros de medio punto. A ella se accede por una entrada torre que se abre a los pies de la nave central y cuenta con una planta rectangular. Esta se ve alterada por un testero sobresaliente, en el que se sitúa el altar mayor, y por tres capillas laterales: la bautismal a los pies del templo, la sacramental en el lado de la epístola, y la de San Juan Nepomuceno en el lado del evangelio de la cabecera.

La fachada principal de la iglesia está ocupada en su primer nivel por una portada gótica, con las características clásicas que este tipo presenta en las iglesias sevillanas: arquivoltas y decoración de puntas de diamante. Sobre este cuerpo, se puede leer la inscripción latina "HAC EST DOMUS DEI ET PORTA COELI 1741" (Esta es la Casa de Dios y la Puerta del Cielo). El año 1741 hace referencia a la fecha de ciertas reformas menores acometidas en la iglesia, cuando se embelleció también la fachada y se añadió la inscripción.

Sobre este primer nivel, en un segundo cuerpo se abren dos ventanales alargados rematados por arcos de medio punto. Sobre ellos se ubica una clásica espadaña de dos niveles y tras vanos para las campanas.

La iglesia cuenta con una portada mucho más sencilla hacia la calle Archeros. Se trata de un sencillo arco de medio punto sostenido por dos columnas pétreas con capiteles tardoantiguos, claramente de acarreo y probablemente utilizados sucesivamente en la mezquita y en la sinagoga precedentes.

En el interior, lo que más nos llama la atención es su intenso programa decorativo, en el que se cubre hasta el último rincón con una combinación de yeserías, pintura y escultura, hasta configurar un espacio que en su conjunto se muestra como la más clara definición del célebre "horror vacui" del barroco. 

Justino de Neve encargó la decoración pictórica al propio Murillo y la elaboración de las yeserías a los hermanos Pedro y Borja Roldán. La obra se inicia muy poco después de que se promulgara el Breve Pontificio de Alejandro VII de 1661, en el que se reafirmaba la devoción y el culto a la Inmaculada Concepción. 

De esta forma, el programa iconográfico es en su conjunto una exaltación a la Eucaristía y a la Virgen Inmaculada, tal y como puede verse nada más entrar en el arco que sostiene el coro, donde se lee Sin pecado original en el primer instante de su ser. Murillo intervino con la realización de cinco lienzos, de los cuales solo se conserva en la iglesia el más antiguo, "La Santa Cena". Los otros venían a completar el programa iconográfico del que venimos hablando, con la "Inmaculada", "El Triunfo de la Fe" y dos lienzos que narraban la historia de la fundación en Roma de la basílica de Santa María de las Nieves, advocación a la que está dedicada también nuestra iglesia.

Hoy en día se pueden contemplar in situ magníficas copias de los originales, que desgraciadamente fueron objeto del salvaje expolio sufrido por la ciudad con la llegada de las tropas napoleónicas en 1810. Entre las obras sustraídas se encontraban las cuatro que sustrajo de Santa María la Blanca. La mayor parte de lo expoliado nunca regresó a la ciudad y se encuentra hoy disperso por museos de todo el mundo.

El retablo mayor de la iglesia es barroco y se ha datado hacia 1690. Su elemento arquitectónico principal son dos grandes columnas salomónicas, tan características de los retablos sevillanos del XVII. En la hornacina central se ubica la imagen titular del templo, Nuestra Señora de las Nieves, una imagen de vestir realizada por Juan de Astorga a principios del XIX. 

En los extremos laterales se ubican sobre ménsulas las tallas dieciochescas de las Santas Justa y Rufina, patronas de la ciudad. En el centro del ático se abre otra hornacina que en la actualidad alberga una rica cruz dorada, en cuyo pie se puede apreciar una representación de la Giralda.

En la cabecera del lado de la derecha encontramos un retablo barroco de mediados del siglo XVIII presidido por la imagen de "San Pedro en la Cátedra". Vemos al santo con todos los atributos que lo identifican como primer pontífice de la Iglesia, enmarcado por dos ángeles niños que sostienen dos de sus atributos: la cruz patriarcal de los papas y las llaves de la Iglesia.

En el muro de este mismo lado derecho se ubica un retablo neoclásico del siglo XIX, presidido por un imponente conjunto de la Trinidad. Es obra del escultor de origen valenciano Blas Molner. En el banco se ubica una interesante Piedad de pequeño formato datada en el siglo XVIII.

También a la derecha se abre la capilla sacramental, presidida por un retablo del siglo XVIII que generalmente tiene en su hornacina central una imagen de San José anterior, del siglo XVII. Am ambos lados y a una escala menor, encontramos las imágenes de Santa Ana y San Joaquín. El banco del retablo acoge un enternecedor "Nacimiento" elaborado en terracota, atribuido a Cristóbal Ramos. 

En la misma capilla se ubica un retablo formado por piezas de un retablo anterior readaptado. Alberga las imágenes que pertenecieron originalmente a la antigua hermandad del Sagrado Lavatorio, que desapareció en 1672 al fusionarse con la Sacramental de esta iglesia. En el centro, el Cristo del Mandato, una obra en pasta de madera, realizada por Diego García de Santa Ana a finales del siglo XVI. A ambos lados, Nuestra Señora del Pópulo y San Juan, ambas imágenes anónimas del siglo XVII.

En el centro del muro de la nave izquierda (o del Evangelio) encontramos un valioso retablo original del siglo XVI, aunque bastante reformado en el XVIII. Enmarca un gran lienzo con la representación de "La Piedad", aunque también se ha identificado a veces como un "Descendimiento". Se trata de una de las piezas artísticas más destacadas de la iglesia, la última obra conocida de Luis de Vargas, uno de los pintores más destacados del Renacimiento en Sevilla. Está fechado en 1564 y en el retablo lo enmarcan las pinturas de San Juan Bautista y San Francisco, obras también de Luis de Vargas. A los pies del retablo se puede observar la lápida de la familia que lo financió.

En el mismo muro se encuentra la única obra de Murillo que se ha conservado en la iglesia: "La Santa Cena", fechada en 1650. Es posible que los franceses no se la llevaran porque lo cierto es que la obra se aleja bastante del tradicional estilo del pintor. Murillo utiliza aquí un potente claroscuro, que hacen del lienzo una pintura tenebrista, con la luz de las velas como única iluminación sobre los rostros.

En el mismo muro encontramos otro retablo con un Sagrado Corazón moderno y al fondo de esta nave del Evangelio se abre una pequeña capilla tras una reja. En ella se ubica un retablo barroco del siglo XVII, con una imagen central de San Juan Nepomuceno de la misma época. En los muros de la capilla se ubica un interesante "Ecce Homo" del siglo XVI, realizado por seguidor anónimo de Luis de Morales. Frente a él, una "Anunciación" de Domingo Martínez del primer tercio del XVIII.

HOSPITAL DE LOS VENERABLES SACERDOTES

El Hospital de los Venerables Sacerdotes fue edificado a finales del siglo XVII a instancias del canónigo Justino de Neve, como lugar de cuidados y acogida para clérigos ancianos y desvalidos. Sus obras se iniciaron en 1675 bajo la dirección de Juan Domínguez, pero en 1687 se hace cargo del proyecto Leonardo de Figueroa, el arquitecto más destacado del barroco sevillano. Dirigiría las obras hasta la conclusión del Hospital hacia 1697.

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En la actualidad, el Hospital es la sede la Fundación Focus y en sus estancias se ubica el Centro Velázquez, dedicado a la difusión del pintor sevillano, exponiéndose algunas obras de su autoría junto con algunas magníficas piezas de autores coetáneos, como Murillo, Valdés Leal, Juan Martínez Montañés y Pedro Roldán, entre otros.

Claustro

El edificio se articula en torno a un patio principal rodeado por una galería porticada con columnas de mármol que sostienen arcos de medio punto en el primer piso. Las galerías superiores están cerradas y se abren al patio mediante mediante ventanales con balcones de forja, enmarcados entre pilastras de ladrillo de color rojizo.

En el centro del patio, destaca su original fuente que se encuentra a u nivel inferior con respecto al resto del patio. A ella se accede a través de gradas concéntricas decrecientes. La explicación de su emplazamiento se debe a la dificultad en el abastecimiento de agua existente en Sevilla en tiempos pasados. Esta ubicación permitía la entrada de agua en el interior de forma directa y segura. Los azulejos de la fuente son originales de la época, formando multitud de formas geométricas en tonos azules y amarillos, muy característicos del arte cerámico de herencia andalusí.

 

Iglesia

El diseño de la iglesia fue trazado por Leonardo de Figueroa, el gran arquitecto del barroco sevillano, al que se deben en la ciudad obras tan notables como la iglesia de la Magdalena, el Salvador o San Luis de los Franceses. 

En el caso de Los Venerables, el templo responde a la forma tradicional de las iglesias sevillanas de la segunda mitad del siglo XVII, con una sola nave cubierta por bóveda de cañón con lunetos y arcos fajones. En el presbiterio se sitúa un crucero, levemente marcado en la planta del edificio, cubierto en el centro por una bóveda de media naranja, gallonada y sin tambor. Esta cúpula no es visible desde el exterior, ya que se halla cubierta por un tejado a cuatro aguas.

Aunque la estructura de la iglesia es bastante sencilla, su profusa decoración pictórica a base de frescos, así como la riqueza de las obras de arte que atesora, hacen de ella una de los conjuntos más importantes del Barroco sevillano.

Las pinturas de la iglesia responden al diseño del gran pintor sevillano Valdés Leal, aunque su avanzada edad hizo que gran parte de ellas fueran ejecutadas por su hijo, Lucas Valdés. En general, se considera que responden a la ejecución directa de Valdés Leal las situadas en el presbiterio, en el área más próxima al altar mayor, mientras que las del resto de la iglesia habrían sido acometidas por su hijo Lucas Valdés, aunque siguiendo el diseño creado por su padre.

La técnica utilizada para la ejecución de todas ellas es la de la pintura al temple, que ya había sido empleada por Valdés Leal en el Hospital de la Caridad, con retoques al óleo.

El programa iconográfico se centra en la exaltación del sacerdocio, en relación con la finalidad para la que fue construido el Hospital de los Venerables, como residencia para sacerdotes ancianos. Encontramos además numerosas referencias a San Pedro y a San Fernando, como santos titulares del templo. Vemos que se utiliza profusamente un efecto pictórico muy característico del arte barroco: el trampantojo.  Se trata de recrear escenas en espacios ilusorios extendidos más allá del espacio arquitectónico que las recoge. Se crea así una realidad plena de luz y movimiento, a través de guirnaldas, conjuntos frutales, jarrones, jaspes y óvalos. A través de la pintura se simulan otros materiales, como tapices, medallones metálicos o esculturas pétreas.

Sería necesaria una monografía para describir el conjunto de pinturas de la iglesia de los Venerables. A modo de ejemplo, podemos citar las ubicadas en la bóveda del presbiterio, sobre el altar mayor. Allí ubicó Valdés Leal un ‘Cristo Salvador, triunfante de su Pasión y Muerte’, representado con gran acierto en el tratamiento de la perspectiva. Se halla enmarcado por un triángulo, símbolo de la Trinidad y coronado por el nombre de Cristo en hebreo. El vértice inferior del triángulo incide en el centro de un círculo, que simboliza la eternidad. Situado a los pies de Cristo, abierto, el Libro de los siete sellos, en imagen que se asemeja a la del Cordero apocalíptico. A los lados de Cristo, dos ancianos sacerdotes revestidos de pontifical adoran e inciensan su cuerpo. Por los elementos de martirio situados a los pies de estos personajes, una cruz invertida y un ancla, se desprende que se trata de San Pedro y San Clemente Papa, lo que se confirma por los símbolos iconográficos papales situados en los ángulos. Las alegorías de la Caridad y la Humildad cierran este conjunto. Se tratan de dos virtudes que han de adornar el sacerdocio. 

El actual retablo mayor nada tiene que ver con el primero que se levantó en la iglesia; aunque si conserva algunas obras que lo conformaron. El retablo que contemplamos en la actualidad fue terminado en 1889, siendo obra de Vicente Ruiz. No estamos ante un retablo especialmente afortunado en su composición, aprovechándose en su estructura abundante material de acarreo, especialmente del anterior retablo.

En el cuerpo principal se encuentra el gran lienzo de la ‘Última Cena’, que como el sagrario perteneció al antiguo retablo. Esta obra, considerada con anterioridad como del primer tercio del siglo XVII, pertenece a la producción de Lucas Valdés. Tiene un estilo bastante alejado de la pintura tradicional sevillana, con una composición bastante arcaica y una atmósfera tenebrista.

El cuerpo alto del retablo se ubican tres hornacinas con representaciones pictóricas. En la central se ubica un lienzo con ‘La Apoteosis de San Fernando’, una obra también de Lucas Valdés, aunque en este caso de una gran calidad.  Fernando III aparece sobre un pedestal junto a las armas y vestimentas de los musulmanes derrotados. Flanquean a San Fernando dos jóvenes matronas que pueden identificarse con Sevilla liberada y la Paz. A los lados, en las hornacinas menores, se sitúan dos lienzos de San Clemente y San Isidoro, realizados por el pintor sevillano Virgilio Mattoni en 1891.

En los muros de la iglesia, entre su rica decoración al temple, se distribuyen una serie de retablos realizados entre los siglos XVII y XIX, que destacan más que por su calidad intrínseca por albergar una serie de interesantes obras escultóricas y pictóricas.

Por mencionar solo algunas, podemos hablar de dos de los retablos del lado derecho. Uno dedicado a la Inmaculada, presidido por lienzo de José María Ruiz y García, de principios del siglo XVII o el dedicado a San José, con una hermosa escultura de finales del mismo siglo y de autor anónimo.

A ambos lados de l puerta principal, a los pies del templo, se ubican dos magníficas obras sedentes que representan a San Clemente y San Fernando. Son obras de Pedro Roldán de 1698 y ambas fueron policromadas por Lucas Valdés.

Sacristía

Desde el lado derecho del crucero se accede a una pequeña sacristía que alberga una de las joyas de este Hospital. Se trata las pinturas de la bóveda, una de las obras maestras de Valdés Leal. El pintor crea aquí un arquitectura imaginaria, en la que unos ángeles descienden bajo la balaustrada portando la Santa Cruz. A pesar de las reducidas dimensiones del espacio, el autor logra transmitir la sensación de tridimensionalidad, a la que se une la enorme habilidad en la representación de las distintas texturas.

Centro Velázquez

El Centro Velázquez, propiciado por la Fundación Focus, expone en algunas de las estancias del Hospital prácticamente las únicas obras del gran pintor sevillano que se pueden contemplar en su ciudad natal.

Entre ellas, encontramos una Inmaculada que constituye una de las primeras obras conocidas de Velázquez, que mostró ya aquí sus enormes capacidades a pesar de su corta edad. La Virgen aparece representada siguiendo los patrones dictados por su suegro Francisco Pacheco y destaca por el gran naturalismo de la imagen. Junto a ella, del mismo autor se muestran una ‘Imposición de la casulla a San Ildefonso’ y una bellísima y magistral ‘Santa Rufina’, que es quizás la obra más emblemática del Hospital de los Venerables.

A las obras de Velázquez se suman una selección de pinturas de autores coetáneos de gran calidad. Se encuentran representados autores como Francisco Pacheco, Zurbarán o Murillo, del que podemos admirar un magnífico ‘San Pedro penitente’, pintado originalmente para la iglesia de este hospital. La obra fue sustraída por los franceses durante la invasión napoleónica y volvió a Sevilla en 2014 gracias a su adquisición por parte de la Fundación Focus.

En la misma sala se expone también una Vista de Sevilla de autor anónimo y fechada hacia 1660. Se trata de una de las panorámicas históricas más hermosas de la ciudad de entre las que han llegado hasta nuestros días.

A las obras pictóricas se suman dos esculturas de Martínez Montañés, uno de los grandes maestros del barroco sevillano, del que se exponen una Inmaculada y un juvenil San Juan Bautista. Ambas vienen a completar la extraordinaria colección artística del siglo XVII expuesta en el Hospital. 

 

Galería superior del Claustro

En la galería superior del claustro se exponen una serie de obras pictóricas, principalmente también del siglo XVII, centradas en temas bíblicos y paisajísticas. Por su valor histórico, se pueden destacar las ubicadas saliendo de la escalera hacia la derecha. Son dos obras de Lucas Valdés, relacionadas con la historia del Hospital de los Venerables. Se representan escenas de la asistencia a pobres sacerdotes por valiosos caballeros, que humildemente prestan este servicio asistencial. Contrasta, como se puede observar, la presencia de los vestidos de alto linaje con los sayales raídos de los ancianos sacerdotes que buscan hospedaje y atención entre los muros del hospital. 

 

Antigua Enfermería

En las estancias de la primitiva enfermería del hospital se ha ubicado una interesante colección de pintura contemporánea de los siglos XX y XXI.

En ella destacan en primer lugar las obras de la artista sevillana Carmen Laffón, con sus bocetos para el cartel oficial de Semana Santa, ilustrando un detalle del paso de la popular Virgen de la Candelaria. Además, podemos ver su obra Mujer sentada de espaldas

Entre otros autores, se pueden destacar también las acuarelas del pintor murciano Ramón Gaya.

En general, se puede trata de una colección que permite apreciar la nueva concepción del arte en nuestros días, muy alejado de los temas barrocos que expuestos en el resto de dependencias del Hospital.

IGLESIA DE SANTA CRUZ

El templo actual de la calle Mateos Gago fue originalmente la iglesia del convento del Espíritu Santo, de la congregación de Clérigos Menores. La primitiva iglesia de Santa Cruz se asentaba en la actual plaza del mismo nombre, pero durante la invasión napoleónica se inició su demolición, trasladándose la parroquia inicialmente al Hospital de los Venerables y en 1840 a su emplazamiento actual.

La iglesia se levantó entre 1665 y 1728 y sabemos que al menos durante un tiempo las obras estuvieron dirigidas por el maestro José Tirado. Presenta tres naves, con crucero y cabecera plana.

Su única fachada se abre a los pies y permaneció inconclusa hasta el siglo XX. Dentro del embellecimiento general del barrio de Santa cruz que se llevó a cabo en los años previos a la Exposición Iberoamericana, el gran arquitecto regionalista Juan Talavera y Heredia diseñó la fachada actual, que se llevó a cabo entre 1926 y 1929. 

Está hecha en un estilo neobarroco de gran clasicismo, siguiendo el modelo de algunas de las portadas manieristas sevillanas, como la del Convento de Santa María de Jesús o la lateral de la iglesia de San Pedro. Como elementos decorativos se incluyen además unas guirnaldas de flores y frutas en la parte superior de las pilastras y algunos óvalos enmarcados por las características rocallas del barroco. 

En la hornacina central sobre la entrada se ubica una cruz de forja que recuerda a la 'Cruz de las Sierpes' que hoy se encuentra en la cercana plaza de Santa Cruz. Sobre ella, un escudo reproduce de nuevo una cruz arbórea sobre Calvario de piedras y a ambos lados, dos escudos profusamente decorados con los símbolos de Jesús y María. 

Para rematar la fachada, el arquitecto ideó una estilizada espadaña de dos alturas y tres vanos para campanas. Tiene prácticamente la misma altura que la gran cúpula que se ubica sobre el crucero, lo que da a la iglesia un característico perfil.

En el interior, lo primero que llama la atención de la iglesia es su gran monumentalidad y aire neoclásico, características remarcadas por su color blanco y escasa decoración, un rasgo muy poco común en las iglesias sevillanas. 

La nave central es de mayor altura que las laterales y se haya cubierta por bóveda de cañón con arcos fajones y lunetos. Se accede a las laterales por unos profundos arcos de medio punto sobre gruesas pilastras. Sobre las naves laterales discurre un triforio, que se abre a la iglesia con balcones de forja. Esta es una características bastante común en las iglesias conventuales, ya que permitía a los religiosos asistir a las ceremonias preservando la privacidad. Sobre la entrada al templo, encontramos un coro alto sostenido por un gran arco de medio punto rebajado.

El amplio crucero de la iglesia se cubre con bóveda de media naranja sobre pechinas. Se da la circunstancia que la cúpula cuenta con un tambor que se encuentra muy disimulado desde el interior, dando incluso la sensación de que es una cúpula sin tambor, mientras que se halla muy marcado visto desde el exterior. En él se abren cuatro amplias ventanas, que sumadas a las ubicadas en la linterna, le dan al conjunto una gran luminosidad. 

La cabecera del templo es plana y se haya cubierta por bóveda de cañón. En su extremo un arco escarzano sostiene el espacio en el que se ubica el órgano de la iglesia, en una ubicación muy poco común en los templos sevillanos. Se trata de un magnífico órgano neoclásico diseñado por Antonio Otín Calvete hacia 1810. En su parte superior, se dispone un hermoso grupo de angeles esculpidos en piedra sosteniendo distintos instrumentos musicales. Bajo el órgano, se dispone la sillería del coro, realizada a finales del XVIII también en estilo neoclásico.

A finales del siglo XVIII, dentro de una atmósfera academicista de rechazo a lo que se consideraban excesos del barroco, se decidió la sustitución del retablo original de la iglesia, que al parecer destacaba por su profusa decoración y teatralidad. Algunos autores, como Santiago montoto en su colección de artículos sobre las “Parroquias de Sevilla”, señalan que el retablo anterior fue pasto de las llamas en un incendio. En cualquier caso, fue sustituido por el templete neoclásico que podemos ver en la actualidad, realizado en 1792 por Blas Molner. 

Se trata de una cúpula sostenida por columnas corintias, formando un conjunto policromado para imitar al mármol. Sobre la cúpula se ubica una imagen alegórica de la Fe y el templete alberga la imagen de la Virgen de la Paz, una magnífica imagen renacentista atribuida a Jerónimo Hernández y datada hacia 1579. Proviene del antiguo Convento de San Pablo, actual iglesia de la Magdalena, y representa la clásica iconografía de la Virgen con el Niño entronizada al modo de las matronas romanas. Parece que originalmente fue concebida como una Virgen del Rosario y que adquirió la actual advocación de la Paz al ser trasladada a esta parroquia en 1835.

A lo largo de los muros de la iglesia se disponen una serie de retablos, en su mayor parte de los siglos XVII y XVIII, que albergan algunas piezas de notable valor artísticos.

Se puede empezar mencionando el retablo del Cristo de las Misericordias, que se encuentra en el lado izquierdo, en el testero del crucero. La imagen es una hermosa talla anónima del siglo XVII, que representa a Cristo aún vivo con la mirada dirigida hacia el cielo. Se la ha ubicado tradicionalmente en el círculo de Pedro Roldán y por su composición se relaciona con el Cristo de la Expiración de Triana. Es titular de la Hermandad de Santa Cruz, que procesiona el Martes Santo por las calles de la ciudad.

En ese mismo lado de la iglesia, se pueden destacar dos retablos del siglo XVII realizados por Bernardo Simón de Pineda, uno dedicado a Santa Ana y otro a la Inmaculada Concepción (aunque la Inmaculada que actualmente centra el retablo es posterior, del siglo XVIII). Junto a ellos, se puede mencionar el retablo dedicado a San Francisco Caracciolo, fundador de los Clérigos Menores. Tanto el retablo como la imagen del santo se atribuyen a Pedro Duque Cornejo, uno de los escultores más destacados del siglo XVIII sevillano.

En el lado derecho, se puede destacar el retablo de la Virgen del Mayor Dolor, diseñado en el siglo XVII por Bernardo Simón de Pineda y policromado por Juan Valdés Leal, aunque fue reformado en el siglo XVIII añadiéndole elementos decorativos de estilo rococó. La imagen de la Virgen que preside el retablo es una Soledad arrodillada datada también en el siglo XVIII, mientras que en el banco se sitúa una interesante pintura con la representación de Cristo Yacente.

IGLESIA DE SAN BUENAVENTURA

La iglesia de San Buenaventura es un templo construido en el siglo XVII como parte del desaparecido Colegio de San Buenaventura y actualmente es la iglesia de la Fraternidad Franciscana que tiene anexa en su lado oeste. 

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Este artículo es un extracto de la amplia descripción del templo realizada para la página web de la Hermandad de la Soledad de San Buenaventura.

Está constatado documentalmente que las obras del templo actual se iniciaron en 1622, siguiendo el proyecto del arquitecto Diego López Bueno. Sin embargo, la iglesia experimentaría numerosas modificaciones a lo largo de su historia, sobre todo durante el tumultuoso siglo XIX. Tal y como ha llegado hasta nosotros, presenta una planta rectangular, con una gran nave central y otra nave, de mucha menor altura y anchura, en el lado de la epístola. 

El exterior es muy sencillo, sin apenas decoración. La entrada se halla enmarcada por una serie de franjas en hueco relieve, probablemente concebidas inicialmente como soporte para una portada pétrea que nunca llegó a construirse. Sobre la cornisa de la fachada principal se ubica un espacio abuhardillado, a modo de espadaña, rematada por un frontón curvo. 

El hermoso retablo cerámico de la Virgen de la Soledad ubicado a la derecha de la entrada es prácticamente el único elemento decorativo en el exterior del templo. Fue colocado en 1952 y es una obra del pintor, ceramista y escultor Enrique Orce Mármol, constituyendo uno de los ejemplos más hermosos dentro de este arte, destacando por su magnífica moldura, esculpida por el mismo autor.

En el interior, nos encontramos con una amplia nave principal, cubierta por una bóveda de cañón con lunetos, reforzada por cinco arcos fajones de medio punto. Estos descansan sobre cornisas muy marcadas, que se asientan a su vez en unas robustas pilastras clásicas que recorren los muros de esta nave central. Entre ellas, se ubican una serie de arcos de medio punto que albergan cinco altares en el lado del evangelio y que comunican con la nave menor en el lado de la epístola. 

La zona del presbiterio presenta un leve ensanche a modo de crucero y se cubre por una cúpula semiesférica sobre pechinas, con 24 metros en su punto más alto y solo visible desde el interior. En el otro extremo, sobre la entrada del templo, se alza un amplio y luminoso coro alto, sustentado sobre arcos rebajados de gran anchura.

Esta nave ha conservado su rica decoración original a base de yeserías y frescos, ideada por Francisco Herrera el Viejo. El conjunto fue llevado a cabo entre 1626 y 1627, constituyendo uno de los mejores ejemplos de decoración interior del barroco sevillano. Las yeserías fueron ejecutadas por los maestros alarifes Juan Bernardo de Velasco y Juan de Segarra, que materializaron los diseños de Herrera a base de motivos vegetales y geométricos, intercalados por cabezas de querubines, cartelas y guirnaldas de flores y frutas. Estos relieves se enriquecieron parcialmente con trazos de pintura dorada, que contribuyen a enriquecer y hacer más vistoso el interior del templo.

El propio Herrera el Viejo ejecutó las pinturas al fresco que, aunque muy deterioradas, han llegado hasta nuestros días. En la cúpula, en torno a un medallón central con una representación en relieve del Espíritu Santo, dispuso a los principales santos de la orden franciscana: San Buenaventura, San Antonio de Padua, San Juan de Capistrano, San Luis de Tolosa, San Pedro de Alcántara, San Jacobo de la Marca, San Bernardino de Siena y el propio San Francisco de Asís. En las pechinas que sustentan la cúpula, Herrera dispone cuatro cartelas con los escudos de los Mañara, familia que ejerció un importante patronazgo para la construcción de la iglesia.

En el centro de cada uno de los cinco tramos en los que se divide la bóveda que cubre la nave principal, podemos ver óvalos con motivos alegóricos que hacen alusión al camino hacia la comunión con Dios propuesto por San Buenaventura en su obra filosófica, basado en una conjunción entre conocimiento y santidad.

A ambos lados de cada uno de estos motivos simbólicos, se ubican una serie de diez retratos de teólogos y filósofos franciscanos, como Alejandro de Sales o Juan Duns Escoto.

El programa iconográfico original lo completaban una serie de ocho lienzos, cuatro de Herrera el Viejo y cuatro de Zurbarán, alusivos a la vida de San Buenaventura y ubicados originalmente sobre los arcos laterales de esta nave principal. Fueron expoliados por los franceses durante la invasión napoleónica y hoy se encuentran dispersos por varios museos del mundo. Los lienzos que podemos ver hoy en su lugar son obras de varios autores, de los siglos XVIII y XIX. Representan en general escenas relacionadas con la orden franciscana y, al igual que las pinturas al fresco, se encuentran en un estado de conservación bastante mejorable.

El retablo principal que preside hoy la iglesia no es el original, que fue destruido también durante la invasión francesa. El que podemos ver hoy es un magnífico retablo barroco del último tercio del siglo XVIII, proveniente del convento de San Francisco de Osuna. Fue traído aquí a mediados del siglo XX y hubo de ser adaptado a su nuevo emplazamiento, más reducido que el original, dándole un cierto aire cóncavo al conjunto.

Destaca por su predominio de las líneas curvas y por la profusión de esculturas de ángeles y santos, que llegan a sustituir a las columnas como elementos arquitectónicos para articular el retablo. Vemos, por ejemplo, a San Roque, San Pascual Bailón, San Miguel, además de otros santos vinculados a la orden, como los propios San Buenaventura y San Francisco.

En el centro de la base se ubica un gran templete manifestador en plata, enmarcado por las figuras de San Juan Nepomuceno y San Lorenzo. En la hornacina central se venera una imagen de la Inmaculada conocida como La Sevillana, una valiosa obra de Juan de Mesa proveniente de la desaparecida iglesia conventual de San Francisco en Sevilla. En el ático, podemos ver altorrelieves con la Asunción y la Coronación de la Virgen. 

Como ya hemos mencionado, en el lado del evangelio, entre las pilastras y encajados en arcos de medio punto, se ubican una serie de cinco retablos, realizados entre los siglos XIX y XX en sustitución de los que ocupaban las capillas originales, destruidos también durante la ocupación francesa.

El primero de ellos, el más cercano al Altar Mayor, acoge la imagen titular de la Hermandad de la Soledad de San Buenaventura, una obra de Gabriel de Astorga de 1851. Tras ella podemos ver la Santa Cruz en el Monte Calvario o Cruz de Caño Quebrado, una valiosa obra en forja del siglo XVII, en torno a la cual se fundó la Hermandad en 1656.

El siguiente retablo alberga una imagen de vestir de la Virgen del Carmen, del siglo XVIII, conocida popularmente como “de la Batata”. Originalmente, esta imagen recibía culto en una pequeña capilla hoy desaparecida que había cerca del Postigo del Aceite. Al parecer, la cofradía que se encargaba de su culto era tan humilde que para obtener ingresos subastaban batatas y otros productos del campo. Ese sería el origen del curioso apelativo de esta imagen.

También del siglo XVIII son el magnífico altorrelieve de la Coronación de la Virgen y la Inmaculada que ocupan dos de los altares restantes. Ambas obras son de una extraordinaria calidad, especialmente la Inmaculada, que ocupó la hornacina central del retablo mayor hasta que fue sustituida por “la Sevillana”. Es una preciosa imagen que algunos autores han ubicado en el círculo del escultor Cayetano de Acosta, aunque por su fisonomía parece más probable el origen italiano que señalan otros relatos.

En cuanto a la pequeña nave del lado de la epístola, muestra unas características arquitectónicas claramente diferenciadas al resto del templo y se encuentra cubierta por bóvedas de arista muy rebajadas. Su aspecto actual corresponde a las reformas acometidas en la iglesia a finales del siglo XIX, coincidiendo con la construcción de la actual sede de la Fraternidad Franciscana de San Buenaventura.

Tradicionalmente se ha afirmado que la iglesia contaba originalmente con tres naves y que en la actualidad le falta la del lado del evangelio, desaparecida con motivo de las reformas acometidas durante el siglo XIX para crear la actual calle Bilbao.

Así lo afirmó Antonio Martínez Ripoll en su obra “La Iglesia del Colegio de San Buenaventura” (1976) y desde entonces se viene recogiendo en diversas publicaciones, incluyendo en la “Guía Artística de Sevilla y su Provincia”, editada por la Diputación.

Sin embargo, un análisis detenido del templo desde el punto de vista formal, combinado con los testimonios documentales con los que contamos desde el mismo siglo XVII, nos permite afirmar que la iglesia original contó con una sola gran nave con capillas laterales, fisonomía muy frecuente en las iglesias conventuales durante el Barroco. 

Sería ya a finales del siglo XIX, al volver la comunidad franciscana a hacerse cargo del templo, cuando se construiría la pequeña nave del lado de la epístola que ha llegado hasta nuestros días.

En ella se sitúa, en el primer tramo junto a la entrada, el Santísimo Cristo de la Salvación, cotitular de la Hermandad de la Soledad de San Buenaventura. Es una imagen de Manuel Cerquera Becerra de 1935 que bebe claramente de la tradición y el estilo de los magistrales crucificados del Barroco sevillano.

En el otro extremo de la nave, en la cabecera del templo, se ubica la actual capilla sacramental. Cuenta con dos retablos de estilo neoclásico fechables en el siglo XIX, a los que María José del Castillo atribuye una posible autoría de José Fernández. En el central se venera una Virgen de Guadalupe realizada por Juan Abascal Fuentes en 1960, réplica de la patrona de Extremadura y titular de su propia hermandad, también con sede en esta iglesia. La flanquean una imagen anónima de San José del siglo XVIII y un San Francisco del siglo XVII, que Matilde Fernández Rojas identifica como proveniente de la desaparecida iglesia conventual de San Francisco, donde recibiría culto en uno de los altares laterales que se ubicaban en la base del arco toral que enmarcaba el presbiterio.

El retablo lateral de esta capilla se halla presidido por una hermosa talla barroca de la Virgen del Patrocinio, datada en el siglo XVII y proveniente también del desaparecido convento de San Francisco. 

CAPILLA DE SAN JOSÉ

Esta pequeña iglesia se construyó por iniciativa del gremio de carpinteros de la ciudad, y de ahí su advocación a San José, patrón de los trabajadores de la madera. Se conoce que los carpinteros tenían ya un templo en esta zona en el siglo XVI, pero su estado ruinoso hizo que tuviera que ser demolido. El templo actual fue construido en dos fases durante el siglo XVIII.

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La primera de ellas fue dirigida por Pedro Romero y concluyó en 1717 con la construcción de la única nave de la capilla. La segunda se completó en 1766 bajo la dirección de Esteban Paredes, completándose la capilla mayor y el exterior del templo. La iglesia llegó al siglo XX en estado de práctica ruina y en 1931 sufrió un incendio en el que perdió la techumbre y parte de sus pinturas murales. Afortunadamente, pudo ser rehabilitada y devuelta al culto.

Como decíamos, se trata de una iglesia de reducidas dimensiones, con una sola nave y crucero ligeramente marcado en planta. Cuenta con dos portadas al exterior, una a los pies y otra en el lado del Evangelio.

La portada principal está hecha en ladrillo con un vistoso estilo barroco que logra transmitir la sensación de monumentalidad a pesar de las reducidas dimensiones. Dos pilastras soportan un frontón curvo partido, en el centro del cual se abre una hornacina con la imagen de San José, diseñado por Lucas Valdés en 1716. A ambos lados, dos medallones ricamente enmarcados con los bustos de San Fernando y San Hermenegildo, y sobre la hornacina central, un tercer medallón con una representación de San Juan Bautista en edad juvenil.

A ambos lados de la puerta, dos hornacinas albergaban las imágenes de San Joaquín y otro santo, identificado como San Jasón o San Teodoro de Amasea. Para evitar daños, ambas se conservan en la actualidad en la sacristía de la iglesia, siendo sustituidas por dos imágenes realizadas en resina del escultor contemporáneo Jesús Curquejo Murillo. Una de ellas es copia del anterior San Joaquín, mientras que la otra es una tierna representación de Santa Ana con la Virgen niña.

La portada lateral puede datarse en la misma época que la principal y su elemento central es un hermoso relieve que representa los Desposorios de la Virgen y San José, atribuido al gran escultor dieciochesco Cristóbal Ramos. Sobre la moldura que enmarca esta escena, se posan graciosamente cuatro imágenes de gran calidad a pesar de su profundo deterioro. En un primer nivel, San Pedro (hoy sin cabeza) y San Pablo, y sobre la escena principal, dos figuras alegóricas que representan virtudes atribuidas a San José: la Mansedumbre, que sujeta un corderito, y la Castidad.

En el interior, la única nave del templo se cubre con bóveda de cañón que descansa sobre arcos fajones, y sobre el crucero se levanta una cúpula elíptica con linterna ciega. La profusa decoración escultórica y pictórica del templo hacen de la Capilla de San José una exquisita pequeña joya del barroco sevillano.

El retablo mayor fue diseñado por el escultor de origen portugués Cayetano de Acosta, una de las figuras artísticas más destacadas del siglo XVIII en la ciudad. Sobre el banco, el cuerpo principal se divide en tres calles mediante estípites, aunque la profusa decoración que recubre prácticamente cada centímetro hace difícil distinguir esta estructura. En la hornacina central se ubica el titular del templo, San José, en una escultura del círculo de Pedro Roldán. En las estípites que enmarcan esta hornacina se ubican las figuras de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen, atribuidos a Pedro Duque Cornejo, otro de los grandes escultores del siglo XVIII sevillano.

Sobre el Sagrario, se ubica una imagen de la Inmaculada, y a ambos lados, en las calles laterales del retablo, encontramos a San Juan Bautista y San Juan Evangelista, bajo dos medallones con alto relieves de San Sebastián y San Roque.

En la parte superior del retablo, una serie de ángeles niños y jóvenes completan la composición, y en el centro del ático se sitúa la imagen de Dios Padre en actitud de bendecir.

A ambos lados del crucero se sitúan dos retablos, con la misma cronología que el principal y también con una profusa decoración. El de la derecha da acceso a la sacristía y el de la izquierda se haya presidido por un grupo escultórico con la Coronación de la Virgen.

En los lados de la nave, enmarcados bajo arcos de medio punto se sitúan otros dos retablos. Ambos se han datado en el siglo XVIII. El de la derecha tiene en su centro un hermoso conjunto con Los Desposorios de la Virgen sobre un interesante y clásico fondo arquitectónico, mientras que el de la izquierda está presidido por una imagen de Santa Ana.

Las pinturas que decoran las bóvedas y arcos se han datado en el último tercio del siglo XVIII, siglo al que pertenecen también los diversos lienzos sobre los muros del lienzo. Como excepción, encontramos una hermosa pintura del siglo XVII que representa el Descanso en la huída a Egipto. Es de un autor anónimo que parece seguir en el estilo la obra del italiano Paolo Veronese.

IGLESIA DEL ANTIGUO HOSPITAL DE NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ

El hospital de Nuestra Señora de la Paz es una fundación asistencial perteneciente a la Orden de Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios, asentados en Sevilla desde 1543 y en el emplazamiento que ocupan actualmente desde 1574. Se fundó como un centro para la atención de los enfermos con pocos recursos y más tarde pasó a ocuparse también de antiguos militares convalecientes. Con la Desamortización, el Hospital fue expropiado en 1836 pero los hermanos hospitalarios volvieron a su antigua casa en 1880. Desde entonces, la orden se sigue encargando del Hospital, que en la actualidad funciona como una residencia de ancianos.

La parte artísticamente más interesante, y la única abierta al público general, es la iglesia de Nuestra Señora de la Paz, que da a la plaza del Salvador. Se trata de un templo edificado inicialmente en la primera mitad del siglo XVII, aunque profundamente reformado durante el XVIII.

Se trata de una iglesia de tres naves, con crucero no marcado en planta y una cabecera plana. 

Al exterior, su única fachada a los pies cuenta con un diseño que se ha atribuido en sus orígenes al arquitecto tardorenacentista Vedmondo Resta. Se divide en tres niveles 

En el primero, cuatro columnas dóricas sustentan un friso de metopas y triglifos. Entre las laterales se abren dos óculos y entre las centrales, el arco de medio punto rebajado que da acceso al templo.

En el centro del segundo nivel, de nuevo cuatro columnas, pero esta vez rodeadas de profusa decoración con motivos vegetales, rocallas y ángeles niños, elementos añadidos probablemente en el siglo XVIII. Enmarcan tres hornacinas que albergan las imágenes de San Agustín, la Virgen con el Niño y San Juan de Dios. Las hornacinas laterales se hallan profusamente decoradas, mientras que la central es de una gran sencillez. Además, los rasgos estilísticos de la imagen central de la Virgen son claramente distintos a los de las imágenes laterales, lo que indica que este espacio central fue reformulado con posterioridad al resto de la portada. Enmarcan todo el conjunto dos pilastras, también con abundante ornamento

En el tercer nivel, la portada se completa con una hornacina enmarcando una vidriera moderna, flanqueada por una abundante y minuciosa decoración escultórica. Sobre la vidriera, dos ángeles sostienen una corona sobre el símbolo de los hermanos de San Juan de Dios, una granada, que recuerda la fundación de esta orden en la ciudad andaluza del mismo nombre en 1572.

Sobre el conjunto, se eleva un frontón curvo y partido en el centro del que se abre un óculo. A ambos lados de la fachada, encontramos dos torres campanarios rematadas por unos estilizados chapiteles revestidos de azulejo.

Al interior, encontramos las tres naves de la iglesia divididas por arcos de medio punto sobre columnas de mármol, con la central notablemente más alta que las laterales. Las naves laterales se cubren con bóvedas de cañón, al igual que la central, que además incluye lunetos. A los pies del templo, se ubica un coro alto ornado con abundante decoración de yeserías de estilo rococó. Sobre el crucero, se levanta una cúpula con linterna, decorada con yeserías de motivos geométricos, originales dle siglo XVII.

Es especialmente interesante por su originalidad en Sevilla el zócalo de azulejo que recorre los muros del templo. Se ha datado en 1771 y presenta una hermosa decoración ‘a candelieri’ en azul y blanco, con algunos motivos en amarillo en las zonas destacadas.

El retablo mayor es de estilo neoclásico y está datado hacia 1800, cuando sustituyó a uno anterior de estilo barroco. En la hornacina central se venera una imagen de vestir de la Virgen de la Paz, titular del templo, flanqueada por San Juan de Dios y San Juan Grande, esculturas todas de la misma época que el retablo.

En las cabeceras de ambas naves laterales se ubican dos de las imágenes de mayor interés artístico en el templo. Se trata de las representaciones de San Rafael y San Juan de Dios, atribuidas ambas por su gran calidad al gran Martínez Montañés.

En los muros de la iglesia se distribuyen una serie de ocho retablos barrocos, datados en los siglos XVII y XVIII, que albergan un interesante conjunto escultórico. Entre las imágenes religiosas, podríamos destacar por su interés las siguientes:

- Una imagen de San Andrés del siglo XVII atribuida a Francisco de Ocampo, proveniente del anterior retablo mayor de la iglesia, hoy desaparecido.

- San Carlos Borromeo, tallado por Juan de Mesa en 1618.

- Una imagen del Cristo de la Humildad, datado hacia el 1600, que reproduce la iconografía de Cristo apenado en los momentos previos a la Crucifixión. Esta representación tiene su origen en un grabado de Durero y está muy extendida en las iglesias sevillanas.

- Una Inmaculada del escultor valenciano Blas Molner, de finales del XVIII o principios del XIX. Por su gran dinamismo y originalidad, podría ser identificada también como una Asunción de la Virgen.

IGLESIA DEL DIVINO SALVADOR

La iglesia del Divino Salvador de Sevilla es el segundo templo más grande de la ciudad, sólo después de la Catedral. Es una de las grandes joyas arquitectónicas de la ciudad y en su interior alberga una magnífica colección escultórica, con obras de los más destacados autores del barroco sevillano.

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Sabemos que en el espacio que hoy ocupa estuvo la llamada mezquita de Ibn Adabbas, creada hacia el 830 como mezquita aljama o principal de la ciudad. Ostentó este rango hasta que en el siglo XII se construyó la nueva gran mezquita, en el lugar que hoy ocupa la Catedral.

De la mezquita que se ubicaba en el Salvador se han conservado algunos elementos, como parte de su patio y el arranque de su alminar, que se corresponde con la parte baja de la torre que encontramos en el extremo norte, en la calle Córdoba.

Una vez conquistada la ciudad por los cristianos en 1248, la mezquita pasó a utilizarse como iglesia, aunque manteniendo lo esencial de su estructura. Así permaneció durante siglos, con las características arquitectónicas de un templo islámico pero sirviendo para el culto cristiano, como sigue ocurriendo hoy, por ejemplo, con la Mezquita-Catedral de Córdoba. 

Sin embargo, ya llegado el siglo XVII, parece que su estado era bastante ruinoso y se decidió la construcción de un nuevo templo. Las obras comenzaron hacia 1674, pero cuando se estaba acometiendo el cierre de las bóvedas, se produjo un estrepitoso derrumbe que obligó a replantearse buena parte del proyecto. 

De la dirección de las obras se acabó por encargar Leonardo de Figueroa, el mejor arquitecto del barroco sevillano, que intervino también en otros proyectos como San Luis de los Franceses o La Magdalena. En este caso, Figueroa se encargó de cerrar las bóvedas, construir la gran cúpula y terminar el interior del edificio. Las obras no concluyeron hasta 1712.

El resultado es un enorme y majestuoso templo con tres naves. El crucero sobresale notablemente en altura sobre el resto, aunque no es perceptible en la planta del edificio, que es de las llamadas de salón. 

La fachada principal tiene unas líneas barrocas muy clásicas, cercanas a las formas renacentistas. La sucesión de pilastras de piedra y paños de ladrillo rojizo consiguen la clásica bicromía que es tan característica de muchos edificios sevillanos desde que en el siglo XVI se construyera la Lonja, hoy Archivo de Indias. A pesar de su monumentalidad, la fachada del Salvador destaca por su escasa decoración, que contrasta sobremanera con el interior. La decoración de aire plateresco que recorre las pilastras y algunas de las molduras es relativamente reciente, de finales del siglo XIX.

Pero además de por su arquitectura, la iglesia del Salvador, que fue Colegial hasta 1852, destaca por la magnífica colección de arte que atesora. Posee algunas de las obras más destacadas de la retablística sevillana, empezando por el retablo mayor, dedicado a la Ascensión del Señor. Es una obra dirigida por Cayetano de Acosta hacia 1779, que concibe un retablo exuberante, con una profusión barroca cercana al rococó. 

También magnífico es el retablo de la Virgen de las Aguas, en el lado derecho del crucero, una obra de José Maestre de 1731 presidida por esta imagen mariana de las llamadas “fernandinas”, datada hacia en el siglo XIII pero muy remodelada posteriormente. Son sólo dos ejemplos de la gran colección de retablos que alberga esta iglesia. 

Y es que la representación en el templo de grandes maestros de la escultura es excepcional. Con toda probabilidad, las dos grandes figuras del barroco sevillano son Juan Martínez Montañés y su discípulo Juan de Mesa. 

Del primero, conserva El Salvador una colosal escultura de San Cristóbal, con reminiscencias de Miguel Ángel por su monumentalidad y belleza. Pero la obra más destacada de este autor en El Salvador es con seguridad Nuestro Padre Jesús de la Pasión, una conmovedora imagen del Señor con la cruz a cuestas, que muestra de forma maravillosa el clasicismo del barroco de Montañés, al lograr transmitir todo el sentimiento y la emoción del momento, pero de una forma contenida, elegante y solemne. Preside el retablo de plata de la Capilla Sacramental y sale en procesión cada Jueves Santo. No exageramos al decir que es una de las representaciones de Jesús Nazareno más logradas del barroco español. 

Del otro gran maestro del barroco sevillano, Juan de Mesa, encontramos al Cristo del Amor, que también procesiona desde este templo en Semana Santa, en esta ocasión durante el Domingo de Ramos. Se trata de una excepcional talla de crucificado, ya muerto, con un magistral tratamiento en la anatomía, los cabellos y los paño. Una obra excepcional dentro de la producción de su autor, que parece que tuvo en cuenta para su realización el modelo que su maestro Montañés realizó unos años antes con el Cristo de la Clemencia que encontramos en la Catedral.

Junto a estos maestros, es casi innumerable la nómina de grandes artistas con obras en esta iglesia del Salvador. Podríamos citar, por ejemplo, a Duque Cornejo, José Montes de Oca o Antonio Quirós. Pero por ahora terminamos aquí este pequeño esbozo sobre el auténtico museo vivo del barroco sevillano que es la antigua colegial del Salvador. Contaremos más en próximas entregas.

IGLESIA DEL SAGRARIO

La iglesia del Sagrario se levantó anexa a la Catedral entre 1618 y 1662, siguiendo las trazas de los arquitectos Miguel de Zumárraga, Alonso de Vandelvira y Cristóbal de Rojas. Es un imponente templo barroco de una sola nave con capillas laterales, sobre las que se sitúan tribunas entre contrafuertes. En ellas se sitúan una serie de ocho colosales esculturas pétreas de evangelistas y doctores de la iglesia, realizadas por José de Arce. Cuenta con un ancho crucero que no es perceptible desde el exterior, cubierto por una gran cúpula con linterna. El resto de la nave se cubre con bóvedas vaídas, tan características del Barroco.

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En el exterior, la fachada se articula en tres pisos decorados con pilastras adosadas en los tres órdenes clásicos: dóricas en el primer piso, jónicas en el segundo y corintias en el tercero. La decoración, al margen de estas pilastras, es prácticamente inexistente, con excepción del antepecho que remata todo el edificio, sobre el que se disponen una serie de llamativos flameros. Cuenta con tres accesos principales, uno desde el Patio de los Naranjos, otro desde la Catedral a los pies y otro desde la avenida de la Constitución, en el lado del Evangelio, que es el usado generalmente para acceder en la iglesia. Esta última cuenta con una portada clásica muy sencilla, con dos pares de columnas toscanas sosteniendo un frontón. En su centro se sitúa el escudo del Cabildo Catedralicio, con la Giralda entre jarrones de azucenas. Sobre él, aparecen recostadas las alegorías de la Fe y la Caridad.

También muy clásica pero más monumental es la portada por la que se accede desde la catedral. La diseñó Pedro Sánchez Falconete y en su hornacina central vemos a San Fernando, enmarcado por las Santas Justa y Rufina y los hermanos obispos San Isidoro y San Leandro.

En el interior, la decoración escultórica de las bóvedas fue realizada en torno a 1655 por los hermanos Miguel y Pedro de Borja, quien realizó también el relieve con la Alegoría de la Fe que se ubica sobre la entrada de los pies.

El retablo mayor procede de la Capilla de los Vizcaínos del desaparecido Convento Casa Grande de San Francisco, que se ubicaba en la actual Plaza Nueva. La estructura fue realizada por Dionisio de Ribas y las esculturas por Pedro Roldán, que consiguió aquí una de sus obras maestras. En el centro, dispone la escena del Descendimiento, con el cuerpo de Jesús posado ya en el regazo de su Madre. A ambos lados, se sitúan dos hermosos ángeles jóvenes, llenos de dinamismo, y en el ático una Verónica muestra el paño con la Santa Faz, acompañada también por ángeles. Remata el conjunto una representación de San Clemente, que es el titular oficial del templo. Esta imagen de San Clemente procede del retablo original que precedió al actual. Al parecer se trataba de un espectacular conjunto realizado a principios del siglo XVIII. Con la expansión del gusto neoclasicista en el siglo XIX y una cierta fobia a lo que se consideraba la ornamentación excesiva, se decidió su destrucción en 1824. El retablo actual se ubicaría en este emplazamiento en 1840.

A ambos lados del crucero se ubican dos grandes retablos de mármoles rojizos realizados a mediados del siglo XVIII. El del lado izquierdo lo preside un Cristo en la Cruz de principios del siglo XVII, realizado por el escultor de escuela madrileña Manuel Pereira. La Dolorosa que se encuentra a sus pies es obra del genial escultor del siglo XVIII Cayetano de Acosta, que realizó también las esculturas que decoran el retablo del otro lado del crucero. En este caso, vemos en la hornacina central una bellísima Virgen con el Niño.

En cuanto a las capillas laterales, desde el presbiterio hacia los pies y en el lado del Evangelio, encontramos las siguientes:

- Capilla del Cristo de la Corona, con un retablo neoclásico del siglo XVIII, presidido por un Nazareno con la advocación de Cristo de la Corona. Se trata de una emotiva imagen del siglo XVI que es titular de su propia Hermandad, procesionando el Viernes de Dolores por el entorno de la parroquia.

- Capilla de San Millán, con un retablo del XVIII, en el que aparecen, además de San Millán, Santa Catalina, la Inmaculada, San Roque y Santa Gertrudis.

- Capilla de San José. Cuenta con un retablo de finales del siglo XVII, presidido por una imagen de San José de Pedro Roldán o su círculo.

- Capilla de las Santas Justa y Rufina, con un retablo del siglo XVIII presidido por una imagen del Sagrado Corazón de 1948, flanqueado por las imágenes de las Santas, de la misma época que el retablo.

También desde el presbiterio a los pies, pero en el lado de la Epístola, encontramos:

- Capilla de la Virgen del Rosario, presidida por una imagen realizada por Manuel Pereira a principios del siglo XVII, aunque re-policromada en el XVIII.

- Capilla de San Antonio, con un retablo fechado en 1667 y realizado por Bernardo Simón de Pineda, uno de los retablistas más destacados del Barroco sevillano. Sobre el altar se ubica un Crucificado de marfil del siglo XVII procedente de Filipinas.

- Capilla de la Inmaculada. En ella se ubica una bellísima imagen de la Inmaculada, anónima de principios del siglo XVIII. La capilla es sede también de la Hermandad Sacramental y en ella encontramos el magnífico niño Jesús realizado por Martínez Montañés hacia 1606. Esta escultura sentaría el patrón para la representación más extendida del Niño Jesús durante el Barroco. Son innumerables las representaciones que se han producido en la ciudad desde el siglo XVII y que hoy se encuentran repartidas por las iglesias, conventos y colecciones particulares de la ciudad, teniendo todas ellas como punto de partida esta magistral obra de Martínez Montañés para el Sagrario. La imagen desfila cada año en la procesión del Corpus que sale desde la Catedral.

- Capilla de Santa Bárbara, con retablo barroco de hacia 1680 presidido por la titular de la capilla, flanqueada por Santa Teresa y Santa Elena.

En la parte superior de los muros se dispone una buena colección de lienzos barrocos, entre los que resaltan los nueve realizados por Matías de Arteaga hacia 1690. El pintor era miembro de la Hermandad Sacramental y los cuadros representan temas del Antiguo Testamento relacionados de una manera simbólica con la Eucaristía, como 'La parábola de los invitados a la boda' o 'La adoración del Cordero Místico'.

CONVENTO DE LAS TERESAS (SAN JOSÉ DEL CARMEN)

Esta comunidad de carmelitas descalzas se asentó en Sevilla en 1575 de la mano de la propia Santa Teresa, que viajó a la ciudad para supervisar la fundación. Se asentaron primero en unas casas de la calle Alfonso XII y más tarde en la calle Zaragoza, hasta que en 1586 se trasladan al emplazamiento donde las encontramos hoy, en pleno corazón del Barrio de Santa Cruz. En este traslado de las religiosas a su nueva ubicación participó el propio San Juan de la Cruz, que estuvo en la ciudad supervisando la operación.

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Se decidió comprar la vivienda de un banquero sevillano llamado Pedro de Morga. La suya era una clásica casa palacio sevillana del siglo XVI por lo que se decidió aprovechar el patio de la casa como claustro del nuevo convento. 

De esta forma, el claustro del convento de las Teresas es un patio porticado de estilo renacentista en torno al que se articulan todas las estancias de la clausura. El patio tiene planta rectangular y presenta arcos sobre columnas de mármol, de medio punto en la galería inferior y rebajados en la superior, característica bastante frecuente en otros palacios sevillanos.

Al exterior, se encuentran anexas las fachadas de acceso a la iglesia y la de acceso al convento, las dos con entradas adinteladas y muy sencillas. Sobre la que da acceso al convento vemos una pequeña pintura mural como única decoración, representando el escudo de la orden flanqueado por dor querubines.

En cuanto a la fachada de la iglesia, resalta el enorme tejaroz que cubre la entrada, sujeto por tornapuntas de forja. En su parte interior se han conservado unas pinturas originales del siglo XVII, con representación de diversos símbolos y santos alusivos a la orden carmelita. 

Artísticamente, la parte más interesante del convento es su iglesia, datada a principios del siglo XVII, con un diseño atribuido al arquitecto tardo-renacentista Vedmondo Resta. Tiene planta rectangular con una sola nave y cabecera cuadrada. La nave se cubre con bóveda de cañón con lunetos y el presbiterio con una bóveda semiesférica. A los laterales se abren unas grandes hornacinas en las que se encuentran encajados retablos a modo de capillas laterales.

El retablo mayor es obra del ensamblador Jerónimo Velázquez de hacia 1630 y aúna pinturas sobre lienzo y esculturas en una composición tardorenacentista bastante clásica, inspirada en modelos tan notables como los de Martínez Montañés o Alonso Cano.

En la hornacina central se venera una hermosa representación de San José con el Niño, obra de Juan de Mesa. Se sigue aquí la iconografía en la que el Niño Jesús conduce e indica el camino a San José. A ambos lados, los santos principales de la orden, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de la Cruz, en dos esculturas anónimas del siglo XVII. Las pinturas sobre lienzo que completa el retablo son anónimas y tratan temas relacionados también con las carmelitas.

También de Juan de Mesa es la magnífica Inmaculada que ocupa el centro de uno de los retablos laterales. La Virgen aparece con la clásica disposición de su iconografía pero ataviada con el hábito carmelita. La flanquean San Juan Bautista y el Profeta Elías, y en el ático se sitúa un relieve con los Desposorios místicos de Santa Teresa. Con excepción de la Inmaculada de Juan de Mesa, el resto de esculturas del retablo son anónimas, aunque se consideran muy cercanas al estilo de Pedro Roldán.

En el resto de retablos se distribuye una buena colección de pintura y escultura sevillana, principalmente de los siglos XVII XVIII. 

Desafortunadamente, la visita libre a la iglesia conventual es muy restringida y prácticamente solo es posible hacerlo en horario de misas.