Triana es probablemente el barrio más emblemático de Sevilla. Al otro lado del río con respecto al resto de la ciudad, ha sabido conservar ciertos rasgos que le han dado una idiosincrasia e identidad propia dentro de un carácter profundamente sevillano.

No se puede decir que se conoce bien Sevilla si no se ha estado en Triana. De hecho, a pesar de quedar fuera de lo que fue el recinto amurallado de la ciudad, buena parte del barrio pertenece al Conjunto Histórico de esta, en reconocimiento de sus valores patrimoniales y monumentales. Pero lo que hace más indispensable la visita es que aquí se han mantenido con más claridad las formas de vida de un barrio sevillano.
En el día a día de sus gentes se entremezcla la pertenencia a Sevilla con el desenvolvimiento en un entorno que funciona en gran medida de forma autónoma. Es como vivir en una gran ciudad y en otra más pequeña, más pueblo, al mismo tiempo.
Como base de esta idiosincrasia propia, se ha querido buscar un origen remoto, incluso legendario, al barrio de Triana. De esta forma, si Sevilla fue fundada por Hércules al remontar el Guadalquivir en uno de sus viajes, se cuenta que lo que andaba buscando el héroe era a la diosa Astarté, de la que había caído profundamente enamorado. Esta, huyendo de él, se refugió en la otra orilla del río, fundando allí Triana.
Con esta leyenda popular, Triana se igualaba a la propia Sevilla en antigüedad y fundación ilustre. Ha habido otros intentos algo más ortodoxos de remontar el pasado del barrio hasta la Antigüedad. El más difundido es la explicación etimológica de su nombre como una derivación de Traiana, en referencia a Trajano, el emperador romano del siglo II nacido en la cercana Itálica. Esto podría hacer referencia a un primer asentamiento en esta zona durante este reinado.
Otras teorías apuntan a que el nombre había resultado de la fusión del elemento latino tri (tres) con el celtíbero amna (río), haciendo alusión a que el río se dividía en esta zona en tres brazos. De remontarse hasta tan antiguo la toponimia dle barrio, parece más probable que provenga más bien de trans amnem, que significaría “al otro lado del río”. Sería un origen parecido al del barrio romano del Trastévere, proveniente del latín trans Tiberis, “al otro lado del Tíber”.
Hay autores que han planteado hipótesis que incluso remontan el origen del barrio más allá de Trajano, hasta época de Augusto. Estrabón menciona que este hizo un reparto de tierras entre los legionarios que le habían acompañado en sus guerras en el norte de la Península y que los asentó hacia el 19 a.C. en Baitis, una ciudad junto a Híspalis. Se ha querido ver ahí un posible origen de Triana, como fundación romana diferenciada de Sevilla.
TRIANA EN ISBILIYA, LA SEVILLA MUSULMANA
Sin embargo, lo cierto es que hasta ahora las excavaciones arqueológicas sólo han podido remontar el origen del barrio hasta la Edad Media, concretamente a época musulmana, con los testimonios más antiguos en torno al siglo XII.
Antes puede que hubiera por la zona viviendas dispersas y pequeños centros de producción artesanal, vinculados al cultivo de las tierras de la fértil vega trianera o las actividades pesqueras en el Guadalquivir. Sin embargo, la aparición de un núcleo poblacional como tal parece que se produjo ya en época islámica y que estuvo vinculada principalmente a dos hechos.
El primero de ellos fue la construcción en 1171 del llamado Puente de Barcas, por orden del califa almohade Yusuf I. Fue el primer puente con el que contó la ciudad y el único hasta que en 1852 se inauguró en el mismo sitio el actual puente de Isabel II, siete siglos después. Era lo que se conoce como un puente flotante, consistente en diez barcas unidas con cadenas sobre las que se disponían dos plataformas de madera que unían ambas plataformas. Se trataba de una estructura funcional, aunque lógicamente bastante inestable y sujeta a las crecidas del río. En cualquier caso, sirvió para asegurar el abastecimiento de la ciudad desde el Aljarafe y con seguridad supuso un acicate para el crecimiento de la población en Triana.
Poco después, y probablemente para permitir la defensa de la nueva infraestructura, se mandó construir el castillo que en época cristiana sería conocido como castillo de San Jorge, en el lugar que hoy ocupa el mercado de Triana.
En torno al Altozano se desarrolló entonces el primer núcleo del barrio. Las nuevas construcciones supondrían una mejora en la seguridad y las comunicaciones, lo que provocaría pronto un crecimiento demográfico en la zona, con el asentimiento de otras industrias que aquí disponían un espacio más amplio y barato que al otro lado del río.
De esta forma, sabemos que desde época muy temprana fueron numerosos los hornos alfareros. Durante los primeros siglos de la Isbiliya musulmana, los alfareros se asentaron sobre todo en torno al sur de la avenida de la Constitución y Puerta de Jerez. Con la ampliación de la zona palaciega del Alcázar y sus fortificaciones anexas, se fomentó el traslado de estas actividades a un lugar más alejado del centro y fue entonces cuando muchas se asentaron en Triana. Hay que pensar que la alfarería era por entonces una industria bastante contaminante. Eran necesarios hornos en constante actividad con el consiguiente humo, que los gobernantes de la ciudad no querían cerca de sus residencias.
Parece que se asentaron sobre todo entre las actuales calles Pureza y Rodrigo de Triana, tal y como ha quedado constatado arqueológico en varios puntos. Por ejemplo, en el número 98 de esta segunda calle, muy cerca de la iglesia de Santa Ana, se documentó mediante una excavación en 2004 la existencia de un taller alfarero de época almorávide (siglo XII), con varios hornos de cocción. La actividad alfarera y su consiguiente derivación cerámica están de esta forma ligadas al barrio desde sus orígenes.
También por esta época se excavó la llamada cava, que coincidía con el trazado de la actual Pagés del Corro. Consistía en una especie de canal u hondonada que bordeaba el barrio en su parte oriental, tratando de protegerlo ante las constantes crecidas del Guadalquivir. Con este trazado, que probablemente se hizo aprovechando el cauce anterior de un brazo del río, se trataba de que el agua se encauzara evitando inundaciones, objetivo que sabemos que no siempre se consiguió.
LA EDAD MEDIA TRAS LA CONQUISTA CRISTIANA
Triana fue escenario fundamental de la conquista cristiana de Sevilla. Al sur, en Tablada, se situó uno de los principales campamentos de asedio. Además, el golpe definitivo en favor de los castellanos fue la destrucción del puente de Barcas en 1248. De esta forma, se interrumpía la principal vía de comunicación y abastecimiento de la ciudad, ya que por aquí entraban todos los víveres y productos provenientes del Aljarafe. Isbiliya hubo de rendirse al poco tiempo.
Ya en época cristiana, el puente de Barcas es reconstruido y se mantiene el núcleo poblacional en torno al castillo de San Jorge. Sabemos que vivían familias incluso en su interior y que algunas de ellas eran judías. Dentro se levantó la capilla de San Jorge, que puede ser considerada la primera parroquia que hubo en Triana.
Al mismo tiempo, Alfonso X ordenó la construcción de la iglesia de Santa Ana, la llamada catedral de Triana, en agradecimiento por la milagrosa curación de una grave enfermedad ocular que padecía. El rey Sabio prometió a la Virgen levantarle un templo a su santa madre si sanaba. Y así lo hizo, emprendiendo a finales del siglo XIII una majestuosa obra gótico mudéjar, una de las referencias de este estilo en Andalucía.
En torno a ella, se asentaría un núcleo poblacional creciente, que además de a la alfarería que hemos mencionado, se dedicaría intensamente a labores relacionadas con la pesca y el transporte en embarcaciones. De hecho, se llegó a configurar un barrio con personalidad propia conocido como San Sebastián, el el tramo de la calle Betis más cercano a la plaza de Cuba. Daba hacia el río en una zona con aire portuario entre los muelles de los Camaroneros y de las Mulas. Con el tiempo, la identidad de este antiguo barrio de San Sebastián quedó diluida en el conjunto de Triana.
Ya a finales del siglo XV, se establece en el castillo de San Jorge la sede del tribunal de la Inquisición española en Sevilla, por lo que es seguro que se enmarcaron entre sus murallas numerosísimos relatos de prisión y tortura. Esta sede se mantuvo en Triana durante más de tres siglos, hasta ser finalmente derruido a principios del XIX para ubicar en su solar el Mercado, que con numerosas reformas ha llegado hasta la actualidad.
Las actividades vinculadas a la navegación tendrían un importantísimo despegue a partir de 1492. Con el descubrimiento América, Sevilla pasaba a constituirse en Puerto de Indias, foco del que salían y al que llegaban todas las mercancías de ultramar. Y la posición de Triana le daría pronto un papel destacado en todas las actividades vinculadas, siendo también el semillero del que saldrían muchos de los marinos que marcharon a América en las distintas flotas.
Con este propósito, se funda a mediados del siglo XVI la llamada Universidad de Navegantes, que tuvo su sede donde hoy está la Casa de las Columnas en la calle Pureza. Estuvo dedicada a la formación de todos aquellos oficios relacionados con la navegación, tratando de responder a la creciente demanda de trabajadores de estos empleos que se produjo a raíz de la expansión por América. Tuvo su sede en Triana hasta que se trasladó al Palacio de San Telmo a principios del siglo XVIII.
En los grabados que existen desde esta época, es frecuente ver numerosas embarcaciones varadas en la zona de lo que hoy es la calle Betis, donde eran sometidas a reparaciones y acondicionadas para su uso. Hay que recordar que el núcleo del Puerto de Sevilla se encontró durante los siglos XVI y XVII en el área que iba desde la torre del Oro hasta el puente de Barcas.
El destacado papel del arrabal trianero en la empresa americana queda reflejado en hechos tan simbólicos como el de que fuera de este barrio el primer occidental en avistar tierra al otro lado del Atlántico. El célebre Rodrigo de Triana, que da nombre en la actualidad a una de las calles más emblemáticas del barrio. Además, desde el desaparecido muelle de las Mulas, junto a la actual plaza de Cuba, salió en 1519 la expedición dirigida por Magallanes que sería la primera en completar una vuelta al mundo. Y a ese mismo punto llegarían sus escasos supervivientes tres años después comandados por Juan Sebastián Elcano. Desde allí se dirigieron descalzos y portando cirios para presentarse ante la Virgen de la Victoria, que recibía culto en un convento que se ubicaba cerca de Santa, en acción de gracias. Antes de iniciar su viaje, se habían encomendado a la Virgen, en la solemne ceremonia de entrega de banderas ante esta misma imagen. Aún hoy podemos contemplar en una capilla de Santa Ana una majestuosa talla de la Virgen de la Victoria, proveniente de este convento hoy desaparecido.
Con el auge económico derivado del comercio ultramarino crecerían también otras zonas de Triana. Tenemos noticias, por ejemplo, de un asentamiento que se ubicaba al final de la calle Castilla, aproximadamente entre las actuales plaza de Chapina y ronda de Triana. Se llamó barrio de Portugalete, porque al parece la mayoría de sus habitantes eran originarios de Portugal y habían llegado a Sevilla en busca de oportunidades ante la pujanza económica de la ciudad. También residían allí muchos esclavos o antiguos esclavos negros, provenientes sobre todo del Algarve, a donde habrían llegado después de ser capturados en África. Parece que fue una zona extremadamente humilde y bastante conflictiva durante buena parte de su historia, hasta que, como ocurrió con el caso de San Sebastián del que hemos hablado, la personalidad de este asentamiento quedó diluida en el conjunto de Triana.
A partir del siglo XVI experimentaron un enorme crecimiento algunas industrias asentadas en el barrio y que ahora contaban con un mercado mucho más amplio para sus productos. Especialmente importantes fueron las Reales Almonas, unas grandes instalaciones de jabón de origen almohade que se encontraban en el tramo de la calle Castilla más próximo al castillo. Fue una industria muy rentable durante más de tres siglos, llegándose a exportar sus productos no solo a los territorios americanos sino a varios países europeos, donde alcanzó fama por su calidad el “jabón de Sevilla” o “jabón de Triana”. En el siglo XIX, las Almonas fueron divididas en explotaciones más pequeñas, en el marco de un declive que las haría desaparecer por completo del barrio ya a principios del XX.
Durante este período se consolidaría la estructura del barrio que en lo esencial ha llegado hasta nuestros días en su zona más antigua: la calle San Jacinto, originalmente llamada de Santo Domingo, discurriendo desde el puente en dirección al Aljarafe, como principal vía de entrada y salida de mercancías y personas desde esta comarca. A ambos lados, y paralelas al río, la calle Castilla hacia el norte y la calle Larga de Santa Anta hacia el sur, hoy llamada calle Pureza. Perpendiculares a ellas, y con un trazado algo más rectilíneo que en el casco antiguo de Sevilla, aparecieron otras calles que atravesaban el barrio hasta la Cava, la actual Pagés del Corro, que fue el límite del barrio durante buena parte de su historia.
En estas calles principales, se levantaron los centros de culto más importantes. En la calle Castilla, junto a las Almonas se empezó a construir a finales del siglo XVII la iglesia de Nuestra Señora de la O, cuyo origen estaba en la capilla de un hospital bajo la advocación de Santa Brígida, que se ubicaba en la misma zona ya desde el siglo XV. El templo que ha llegado hasta nosotros, que pasaría a constituirse en parroquia junto con Santa Ana, es una preciosa muestra del barroco sevillano del siglo XVIII, una de las joyas arquitectónicas del barrio.
En ese mismo siglo, se construyó la monumental iglesia de san Jacinto, en la confluencia de la calle del mismo nombre con la Cava. Fue en su origen una iglesia conventual de los dominicos, orden que sigue rigiendo la actual parroquia. Se levantó siguiendo las trazas del arquitecto Matías de Figueroa en sustitución de otra anterior que se vino abajo.
Triana vivió por lo tanto unos años de enorme crecimiento demográfico, que se concentró sobre todo en los siglos XVI y primera mitad del XVII, completándose la urbanización del espacio entre la cava y el río, con el trazado de las calles que en lo fundamental han llegado hasta nuestros días, hasta llegar a convertirse en el barrio más densamente poblado de la ciudad.
Aunque el barrio siempre tuvo un carácter predominantemente popular, de gentes trabajadoras con oficios vinculados al río, a la vega o a industrias como la alfarera, lo cierto es que fruto de este desarrollo se empezaron a asentar en el barrio ciertas familias más acomodadas de la ciudad, bien porque tenían sus negocios por la zona o bien porque con el crecimiento de Sevilla, Triana empezaba a ser una zona mejor considerada y no tan alejada del centro a través del Puente de Barcas. Así parecen indicarlo algunas de los pocos inmuebles conservados de este período, como la llamada casa “Quemá”, en el número 72 de la calle Pureza, un interesante ejemplo de casa palacio con una magnífica portada manierista datada a finales del XVI o principios del XVII. En la misma calle, pero ya del siglo XVIII, se sitúa la Casa de las Columnas, en el lugar que ocupó la primera sede de la Universidad de Mareantes. Su fachada principal, hacia la iglesia de Santa Ana, es un magnífico ejemplo del barroco civil sevillano. En la actualidad, el edificio es de titularidad municipal y acoge un Centro Cívico con biblioteca y otras dependencias públicas.
Sin embargo, en Triana como en el resto de Sevilla, la época de esplendor que había llegado tras el descubrimiento de América no duraría demasiado y el modelo de expansión enseguida empezaría a dar muestras de agotamiento y de crisis. En el caso de Triana, tuvieron una influencia devastadora y muy frecuente las grandes riadas, que periódicamente anegaban gran parte del barrio y obligaban a continuas reparaciones y reconstrucciones.
A ello se sumaron las continuas epidemias de distintas enfermedades que afectaron con gran dureza a la ciudad en estos siglos. Hay que pensar, que al convertirse Sevilla en Puerto de Indias comenzó a poblarse muy densamente. lo que la convertía en un escenario especialmente favorable para la expansión de enfermedades contagiosas. Especialmente cruel fue la llamada Gran Peste de Sevilla, en 1649. Se trató de una epidemia de peste bubónica que se cebó especialmente con las zonas más humildes y pobladas, como era el caso de Triana. No se sabe con certeza el número de víctimas, pero la mayor parte de las estimaciones hablan de que murió entre un 40 y un 60 por ciento de la población. Es difícil siquiera imaginar lo que tuvo que ser para Sevilla perder en pocos meses a la mitad de su población. En todas las familias faltó alguien y muchas desaparecieron por completo. El impacto psicológico de un episodio así sería tremendo, y el económico solo se puede describir catastrófico.
A las riadas y a las epidemias se sumaría un factor de decadencia decisivo. La navegación por el río Guadalquivir hasta Sevilla se fue haciendo cada vez más difícil. El río se fue colmatando y las embarcaciones tenían cada vez más calado, por lo que las maniobras para llegar hasta el puerto de la ciudad eran cada vez más costosas. Esto provocó que ya desde 1680 los barcos provenientes de América pudieran atracar tanto en Sevilla como en Cádiz. La pérdida de la condición de Puerto de Indias se hizo definitiva en 1717 con el traslado de la Casa de Contratación a la capital gaditana.
Tratando de compensar en algo esta pérdida, la Corona decidió asentar en Sevilla la Real Fábrica de Tabacos poco después. Aunque no se encuentra en Triana, merece la pena mencionarla aquí porque sabemos que muchas de sus trabajadoras residían en este barrio, fiel al carácter popular y obrero de la mayor parte de su población a lo largo de su historia.
Si hay un gran hito arquitectónico que marca la historia de Triana en el siglo XIX es la construcción del puente de Isabel II, hasta el punto de que la nueva obra pasó a constituirse en icono fundamental del barrio y aún hoy su apelativo más difundido es simplemente el de puente de Triana. Venía a sustituir al famoso puente de Barcas, el único que existió sobre el Guadalquivir en Sevilla durante más de siete siglos. Está claro que el puente que llegó hasta el siglo XIX no era el mismo que construyeron los musulmanes en la Edad Media. Su construcción era muy inestable y las periódicas crecidas del río lo hacían estar sujeto a constantes reparaciones y sustituciones.
Por fin, entre 1845 y 1852, se acomete la construcción del nuevo, siguiendo el modelo del Pont du Carrousel de París, dando como resultado un bellísimo puente metálico, el más antiguo en este material conservado en España.
También en este siglo se popularizaron en Triana los llamados corrales de vecinos, como una de las formas más habituales de vivienda para las clases trabajadoras. Estaban constituidos por estancias para distintas familias que se abrían en torno a un gran patio, en el centro del que solía haber una fuente o pozo de agua. Se caracterizaban por combinar determinadas estancias para el uso privado de cada familia, con otros espacios y servicios que eran de uso comunitario, como el gran patio, los lavaderos, las letrinas y, en ocasiones, también las cocinas. Es una forma de vivienda típicamente sevillana que implicaba también una forma de relacionarse con los vecinos muy intensa, con un gran sentido de comunidad. Triana fue el barrio con más corrales de vecinos de toda Sevilla, llegando a contar con 67 a principios del XX. Todavía hoy podemos ver ejemplos algunos ejemplos magníficamente rehabilitados en diversos puntos de calles como Castilla, Alfarería o Pagés del Corro.
En esta misma época se produce un nuevo impulso a la fabricación de cerámica, sobre todo después de que en el cercano monasterio de la Cartuja se asentara la fábrica de cerámica de Carlos Pickman, dedicada a la fabricación de piezas de loza, alcanzando pronto una producción muy intensa y de gran calidad.
En Triana se crearon más tarde otras fábricas de cerámica, que se vieron muy impulsadas por las tendencias arquitectónicas de principios del siglo XX. El estilo regionalista hizo mucho uso de los elementos cerámicos en la decoración de los nuevos edificios, tanto interior como exteriormente, y además se pusieron de moda los rótulos para comercios con azulejos de este material. Así, se asentaron en pleno centro del barrio, sobre todo en la calle Alfarería y su entorno, algunas de las firmas más ilustres de la cerámica trianera, algunas de cuyas sedes han llegado hasta nosotros, formando parte fundamental del patrimonio del barrio. Se trata de edificios en cuya decoración los propietarios querían dejar clara la calidad del producto que se ofrecía, de tal forma que se muestran espléndidamente decorados con cerámica, constituyéndose en verdaderos muestrarios o catálogos cerámicos. Así ocurre, por ejemplo, en Santa Isabel en calle San Jorge, en Montalván en la calle Alfarería, o en Mensaque en la calle San Jacinto.
El impulso a esta industria cerámica sería aún mayor con la celebración de la Exposición Iberoamericana de 1929 y todos sus trabajos preparatorios. Fue necesario intensificar la producción cerámica para decorar no solo los pabellones de los distintos países sino muchos de los nuevos edificios que se levantaron en el marco de la profunda renovación urbana que experimentó Sevilla en el marco de este evento.
Muchos de los trabajadores encargados de la puesta a punto de Sevilla para la gran exposición, muchas veces emigrados desde otros puntos de Andalucía y de España, acabaron asentando en Triana sus residencias, muchas veces construidas por ellos mismos. Así nacieron barriadas como la Voluntad, el Barrio de León o el Turuñuelo. Por esta época se inició también la construcción del barrio de los Remedios, aunque de una forma más organizada y enfocada a residentes de mayor poder adquisitivo. En el desarrollo del barrio tendría un papel fundamental la construcción del puente de San Telmo en 1931, que le daba a la zona una ubicación absolutamente privilegiada con respecto al centro de la ciudad. De una forma más organizada y enfocada a clases más acomodadas.
El dramático episodio de la Guerra Civil pasó también por Triana de una forma trágica. Aunque los sublevados en 1936 se hicieron pronto con el control de Sevilla, hubo algunos barrios como Triana que presentaron una férrea resistencia y tuvieron que ser tomados por las armas. Antes de que llegara ese momento, se produjeron desórdenes y actos violentos en el barrio, sobre todo con un sentido anticlerical, como ocurrió en la iglesia de la O, que fue asaltada, sufriendo un enorme daño en su patrimonio artístico. Además, el mismo 18 de julio un grupo sacó de su casa y asesinó en plena calle a Luis Mensaque, el propietario de la emblemática fábrica de cerámica, que se había significado como miembro de la falange.
Hechos como este puede que hicieran que la toma del barrio, que se produjo solo unos días después, fuera especialmente cruenta. Las tropas franquistas tomaron Triana el 21 de julio, entrando por tres frentes a la vez: por el puente de San Telmo, por el de Isabel II y por la pasarela del Agua, donde hoy está el puente del Cachorro. Muchas viviendas que se consideraba que albergaban resistencia fueron atacadas y asaltadas, provocando un gran número de muertos que se vio acrecentado por los fusilamientos de los días sucesivos. ·
En los primeros años de la dictadura se acometió en Triana la construcción del barrio de San Gonzalo, que de hecho fue trazado antes de terminada la guerra, en 1937, destinado en parte a dar residencia a ex combatientes que habían quedado mutilados. Se ideó en un estilo que reproduce un pueblo andaluz de forma idealizada, con su plaza ajardinada y su iglesia neobarroca en el centro.
En 1943 se intenta dar un impulso al carácter industrial de Triana, situando en la calle san Jacinto la fábrica de aviones “Hispano Aviación”, cuya fachada y algunas de sus estructuras podemos ver aún hoy en día, anexas al edificio del Protectorado de la Infancia, levantado en un interesante estilo ecléctico hacia 1915 por Antonio Arévalo Martínez. De esta fábrica salieron los aviones del modelo HA 200 “Saeta”, el primer reactor fabricado en España, que hizo su primer vuelo en 1955.
Unas décadas después, en los años 50, se construye justo al lado del núcleo de San Gonzalo del que hemos hablado, la enorme barriada del Tardón, con 2.000 viviendas destinadas a dar salida al crecimiento de la población de Triana, producido sobre todo por las crecientes migraciones del campo a la ciudad, un fenómeno que se venía produciendo en una u otra medida desde el siglo XIX, pero que se vió muy acentuado en estas décadas.
Pero además del crecimiento demográfico provocado por la emigración a la ciudad desde las áreas rurales, se produjo un fenómeno paralelo que hizo necesaria la construcción de todos estos grandes barrios periféricos. Fue el hecho de que las zonas céntricas, tanto de Sevilla como de la propia Triana, perdieran densidad de población. Las autoridades franquistas fomentaron la desaparición de los corrales de vecinos y derruyeron muchas viviendas humildes, tratando de que el centro urbano estuviera constituido por menos viviendas pero de más calidad, enfocadas a una población más acomodada. Fue la época en la que mucha población se vio empujada a abandonar sus barrios originales y asentarse en estas zonas de nueva creación.
Especialmente intensa fue la dispersión a la que se vio obligada la población gitana de Triana. Los primeros testimonios de la presencia de esta etnia en el barrio se remontan hasta el siglo XVI y siempre han formado una parte fundamental de su idiosincrasia. Se asentaron sobre todo en la llamada Cava de los Gitanos, es decir, en el tramo de Pagés del Corro entre San Jacinto y la Plaza de Cuba, pero en general Triana fue un barrio en el que la comunidad gitana se hallaba integrada con el resto de la población y los espacios de sociabilidad eran en gran medida comunes. De hecho, la aportación gitana es fundamental para entender algunas de las características fundamentales de Triana, como el importante papel del barrio en la historia del flamenco.
Con la reurbanización de esta zona, las familias gitanas fueron empujadas a residir en barrios de nueva creación, sobre todo en los que conforman el Polígono Sur de la ciudad, con un balance absolutamente lamentable en términos sociales y económicos, ya que se crearon enormes bolsas de pobreza y marginalidad en la ciudad, que persisten hasta nuestros días como algunas de las áreas urbanas más deprimidas de España.
Ya hacia finales del siglo, la celebración de la Exposición Universal de 1992 fue un factor de transformación urbana fundamental para Sevilla y en concreto para Triana. Hay que recordar que el evento tuvo su sede en la isla de la Cartuja, en terrenos que forman parte del distrito de Triana. Para su preparación, se emprendieron toda una serie de obras de mejora en las infraestructuras y el río recobró protagonismo, al recuperar gran parte de su trazado original, que había sido desecado al norte del barrio como medida tajante para frenar las inundaciones.
A partir de entonces volvería a discurrir hasta el barrio de San Jerónimo, como lo hace en la actualidad, y ante esa nueva situación se construyeron cinco puentes, magníficas obras de ingeniería cada uno en su forma. En Triana se construyó el puente del Cristo de la Expiración o del “Cachorro”. Inspirado en la forma del puente de Alejandro III de París, hizo uso de los últimos avances en ingeniería para cubrir todo el ancho del río con un arco doble que sostiene una plataforma de más de 200 metros, sin ningún elemento de apoyo en el río.
Además, se produjeron en el barrio diversas actuaciones urbanísticas encaminadas a embellecer algunos de sus espacios y a reurbanizar por completo otros. En esta época se trazó la circunvalación conocida como Ronda de Triana, y se edificó con nuevas construcciones sobre todo su tramo más cercano al recinto de la Expo. Aunque el barrio es un espacio en continua evolución y transformación, podemos decir que fue en esta época cuando alcanzó en lo fundamenta a fisonomía que ha llegado hasta nuestros días.
La rica historia del Triana, de la que apenas hemos esbozado algunos aspectos, ha ido configurando un rico patrimonio cultural, que es defendido orgullosamente por los habitantes de un barrio que bien merece ser visitado.
Empezando por lo más obvio, podríamos mencionar algunos de sus hitos monumentales principales. De sus orígenes medievales ha llegado hasta nosotros la magnífica iglesia de santa Ana, la “catedral” de Triana, todo un alarde del primer gótico mudéjar sevillano, que alberga en su interior algunos de los tesoros artísticos más preciados de la ciudad.
Sería la única iglesia de Triana durante cuatro siglos, hasta que entre 1697 y 1702 se iniciara la construcción de la iglesia de Nuestra Señora de la O, en sustitución de una capilla anterior, cuyas reducidas dimensiones la hacían insuficiente. Del mismo siglo, aunque posterior, es la monumental iglesia de San Jacinto y la iglesia del convento de la Consolación, que se encuentra también en Pagés del Corro. Ambas son los únicos restos de las numerosas iglesias ligadas a conventos y monasterios que tuvo Triana en su día y que fueron desapareciendo a medida que se expandía el barrio.
Aunque ya hemos contado que fue demolido, aún hoy son visitables los cimientos del castillo de San Jorge, que se ubican en un centro de interpretación junto al mercado de Triana. Su visita aporta información sobre la historia del castillo, haciendo hincapié en el período en el que fue sede de la Inquisición e invitando a una reflexión sobre la tolerancia.
Muy cerca de allí existe otro interesante centro de interpretación, el Centro Cerámica Triana, fruto de la rehabilitación con fines museísticos de la antigua fábrica de cerámica Santa Ana. Al conservar parte de sus instalaciones originales, ofrece un testimonio de gran valor sobre el proceso de elaboración de los productos cerámicos, además de contar con una interesante colección piezas con la que es posible hacerse una idea de los diferentes estilos y técnicas que se han empleado a lo largo de la historia. Un lugar imprescindible si se quiere profundizar en la prolífica relación de Triana con el trabajo del barro, de la que hemos hablado en varias ocasiones.
Fruto de esa relación, se han conservado algunas de las sedes de las principales fábricas de cerámica, que son a su vez magníficos ejemplos de la arquitectura regionalista de finales del XIX y principios del siglo XX. Aunque desgraciadamente no permanece ningún taller activo, algunas de sus sedes expositivas han sido rehabilitadas con otros usos, como la magnífica “Casa Montalván”, obra del arquitecto Antonio Talavera y Heredia, que alberga un hotel en la actualidad. El padre de este arquitecto, Juan Talavera de la Vega, levantó unos años antes la “Casa de los Mensaque” en la calle San Jacinto, un magnífico catálogo de cerámica trianera que es en la actualidad sede de dependencias municipales.
Y es que en este período entre las últimas décadas del XIX y las primeras del XX se construyeron buena parte de los edificios que han llegado hasta nosotros en las calles más señeras del barrio, como Pureza, San Jacinto o Castilla. Entre ellos destacan algunas de las joyas del regionalismo sevillano, como la deliciosa capilla del Carmen que da la bienvenida al barrio junto al puente. Es una obra de Aníbal González, probablemente el arquitecto más célebre en la historia de la ciudad, autor de muchas de sus obras maestras del regionalismo y el historicismo.
De estos estilos, han perdurado hermosos testimonios en Triana, como la antigua Casa de Socorro, en la calle San Jacinto, o el magnífico grupo de edificios que encontramos en torno a la plaza del Altozano.
No se puede hablar de arte en el barrio sin hacer alusión al flamenco. Triana ha sido cuna y asiento de muchos artistas, tanto del baile como del cante y el toque, desde las primeras noticias de este estilo en el siglo XVIII. La población gitana del barrio tuvo un papel protagonista en el desarrollo del género, al igual que en el resto de Andalucía, y de Triana salieron figuras tan destacadas como Ramón el Ollero, Antonio y Manuel Cagancho, los Pelaos o Francisco la Perla en el siglo XIX. La tradición continuó con fuerza en el siglo XX, con artistas como Matilde Coral, Paco Taranto, Manuela Carrasco o Angelita Vargas. Según los entendidos, la aportación trianera es fundamental para entender la evolución y variantes de algunos palos como las seguiriyas, las soleares, las tonás, los tangos y las bulerías.
Probablemente derivada de la celebridad de Triana en el mundo del flamenco, el barrio ha sido cuna también de algunas de las figuras más destacadas de la copla, como Marife de Triana o Isabel Pantoja.
Sin dejar el terreno religioso, es imposible trazar unas líneas generales sobre Triana sin hacer si quiera mención a sus hermandades. Como en el resto de Sevilla, en Triana se vive la Semana Santa de una manera muy intensa, no solo en los días de primavera en los que salen a la calle los pasos, sino que las hermandades son parte fundamental de la vida del barrio durante todo el año. Cuenta con cinco hermandades que hacen estación de penitencia en la catedral, algunas de las cuáles están entre las que cuentan con más hermanos de Sevilla.
La más conocida tanto dentro como fuera de la ciudad es sin duda la Esperanza de Triana. Su titular es una bellísima imagen de orígenes inciertos, muy reformada en los siglos XIX y XX, que ha llegado a constituirse como la principal devoción del barrio y una de las más destacadas de Sevilla. Recibe culto en la capilla de los Marineros, un pequeño templo en la calle Pureza, muy reformado también en el siglo XX, donde comparte sede con el cotitular de su hermandad, el Cristo de las Tres Caídas, una conmovedora imagen del siglo XVII atribuida a Marcos Cabrera.
Muy cerca de la iglesia de San Jacinto, en la calle del mismo nombre, tiene su sede la hermandad de la Estrella. El nombre le viene de la advocación de su dolorosa titular, la virgen de la Estrella, una magnífica talla del siglo XVII atribuida a Luisa Roldán. La delicadeza de sus rasgos y la emocionante expresividad de su rostro la hacen una de las dolorosas más admiradas por los sevillanos. El cotitular de su hermandad, Nuestro Padre Jesús de las Penas, es una imagen del Señor sentado sobre una roca en actitud de dirigir una oración al cielo, momentos antes de ser crucificado. Fue esculpido en el mismo siglo por José de Arce, siendo probablemente la principal obra maestra en la carrera de este artista.
En la Iglesia de la O, de la que hemos hablado, tiene su sede la hermandad del mismo nombre. Sus dos titulares son Nuestra Señora de la O y un Jesús Nazareno realizado hacia 1685 por Pedro Roldán, uno de los escultores más destacados y prolíficos del barroco sevillano. En la misma calle, aunque mucho más alejada del centro del barrio, se encuentra la hermandad del “Cachorro”. Su titular es un crucificado que muestra a Jesús inhalando su último aliento de vida, obra tallada en 1682 por Francisco Ruíz Gijón, que realizó aquí una de las obras maestras de toda la imaginería barroca en España. El Cachorro es una magnífica obra en la que se conjugan de una manera bellísima los grandes logros artísticos del barroco. Lo acompaña en su salida procesional la Virgen del Patrocinio, una imagen del siglo XX de Luis Álvarez Duarte, que procesiona en un magnífico paso de palio, del que se dice que es uno de los más conseguidos de la Semana Santa de Sevilla.
En San Gonzalo se ubica la hermandad del mismo nombre, la más joven de Triana, que tiene por titulares a Jesús del Soberano Poder y a la Virgen de la Salud. Ambas son obras de Luis Ortega Bru, uno de los mejores imagineros de entre los que trabajaron para la Semana Santa de Sevilla en el siglo XX. Probablemente es el que muestra un estilo más personal y alejado de los cánones neobarrocos.
Ya fuera del ámbito de la Semana Santa, merece la pena citarse también la Hermandad del Rocío de Triana, que tiene su sede en un templo neobarroco de la calle Evangelista. Fue fundada en 1813, por lo que es más antigua que la de la propia Sevilla, que no hizo su primer camino desde El Salvador hasta 1951, más de un siglo después. La devoción a la Virgen del Rocío está muy arraigada en el barrio y la salida de la hermandad hacia su santuario en Doñana es uno de los principales acontecimientos en el calendario festivo de Triana.
Una visita guiada por Triana con lo que no te puedes perder en este emblemático barrio sevillano. Este itinerario nos permite adentrarnos en la parte más monumental del barrio de Triana y caminar junto al río Guadalquivir entre los puentes de San Telmo e Isabel II, como escenario principal de la bella historia de Sevilla y su Triana. En un recorrido de aproximadamente 1h 30m, conoceremos cómo el pasado marinero …